viernes, 1 de marzo de 2013

VIAJES COMPARTIDOS

¿Qué tienen en común un militar colombiano, dos niñas bien recién licenciadas en odontología, un controlador aéreo mileurista que trabaja el aeropuerto de Burgos, un estudiante de Informática que vive en un albergue juvenil desde hace meses y comparte cuarto con otras ocho personas, un padre separado que solo ve a sus hijas cada 15 días y un sacerdote alemán de mediana edad apasionado de los toros? Aparentemente nada, pero con todos ellos he mantenido largas conversaciones de más de tres horas y he compartido gastos y la mitad de algún que otro bocadillo durante los 300 y pico kilómetros que dura el trayecto Valencia Madrid. A ellos, como a mí, les venía mal desembolsar lo que cuesta un billete en el AVE, y decidieron compartir coche para que el recorrido resultara más ameno y más económico. 

Compartir coche es una manera de viajar cada vez más extendida, sobre todo para aquellos que cada semana se ven obligados a quemar kilómetros, ya sea por motivos familiares, sentimentales o laborales. Al principio, cuando llegas al vehículo, cuesta un poco soltarse. Durante los primeros veinte minutos solo planean tímidas preguntas acerca de las razones del desplazamiento, pero al cabo de hora y media ya conoces las aventuras y desventuras de todos tus compañeros y al llegar al destino, incluso te despides con ese falso auto convencimiento de que algún día quedaréis a tomar unas cañas. Aunque la mayoría de experiencias han sido positivas, también me he topado con algún personaje. Una vez me tocó un conductor con pinta de psicópata que confirmó mis sospechas al poner a Bustamante todo el camino. Ahora que han bajado los precios del AVE, suelo coger el tren. Es más cómodo y más rápido, pero no permite asomarse a estas vidas tan heterogéneas como fascinantes. 

Publicado en Las Provincias el 1/03/2012

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