sábado, 28 de mayo de 2011

Se acabó el letargo

El mundo está lleno de actitudes contradictorias que nos hacen ser lo que somos. La naturaleza humana puede llegar a mostrar su perversión más absoluta mientras que a pocos kilómetros ofrece su cara más luminosa. Mi compañera de piso llegó a casa el viernes pasado abatida después de haber trabajado toda la semana en Lorca y presenciar cómo el ser humano es capaz de aprovecharse de las situaciones más dolorosas de sus congéneres. Me contaba que muchos propietarios de pisos a los que no había afectado el terremoto habían multiplicado los alquileres de sus viviendas con el fin de hacer negocio ante la tragedia de aquellos a los que el temblor expulsó de sus casas. Yo volvía en ese momento de la recién bautizada plaza del 15 de mayo con un subidón de energía importante. Inmersa como había estado en tierras murcianas, mi compañera no había escuchado nada acerca de las concentraciones, acampadas y protestas surgidas ante la indignación de quienes han obligado a los que nunca escuchan a que lo hagan de una vez.
 
Le relaté entusiasmada cómo miles de ciudadanos habían tomado las calles indignados ante la situación que venimos sufriendo desde hace demasiado. Le hablé de cómo me emocioné cuando dos días antes me acerqué a esa improvisada ágora y vi que la gente no estaba aletargada como yo pensaba. Le conté cómo se me puso la carne y el alma de gallina al escuchar las propuestas de todas aquellas personas que tenían algo que decir para cambiar las cosas. Si ella fue testigo del horror, yo lo fui de la esperanza. Creo que no la convencí, pero yo he vuelto a creer en el ser humano. ¿Idealismo? ¿Utopía? Puede ser. Pero mientras despertamos, déjennos que sigamos soñando con ello.