Este
fin de semana, después de más de cuatro años compartiendo piso, cada una
dormirá bajo un techo diferente. La excitación y el vértigo que produce el
inicio de una nueva etapa queda un tanto empañada por la pena derivada de la
separación. Éramos compañeras de trabajo y apenas nos conocíamos cuando,
debido al desorbitado precio de los alquileres, decidimos compartir gastos.
Empezamos compartiendo luz, agua, gas y terminamos compartiendo confidencias,
alegrías y bajones de toda índole. Ninguna de las dos ha tenido una relación de
pareja tan larga como la de nuestros años de convivencia. Muchas veces nos
hemos preguntado las razones por las qué resulta tan complicado vivir con un
novio si para nosotras ha sido todo tan sencillo. Quizás el secreto resida en
ese punto de respeto y tolerancia que cuesta practicar de igual forma con la
persona con la que duermes a diario.
La
experiencia ha sido muy enriquecedora. En estos años, gracias a ella, han
aumentado ampliamente mis horizontes musicales, también he aprendido que rozar
el vegetarianismo no es tan malo y que verduras y ensaladas, bien cocinadas no
son tan sosas. Para una carnívora crudófila como yo, es un gran paso, aunque nunca
conseguirá que cambie de opinión acerca del sabor de las hamburguesas de tofu
(Puaj). Se portó como nadie cuando mi padre falleció y siempre ha querido y
soportado a mí perro como si fuese suyo. Juntas hemos desembozado bañeras
y agujerado paredes en nuestras breves pero intensas incursiones en el mundo
del bricolaje. Pero sobre todo hemos atravesado grandes momentos, algunos de
deliciosa calma y otros de oscuras tempestades. Es cierto lo que dice el
anuncio, compartida la vida se disfruta más. Espero haberle aportado algo
yo también. Le deseo mucha suerte. Se la merece.