Es curiosa la diferencia entre hombres y mujeres a la hora de enfrentarse al inexorable momento en que uno se entera que nuestro ex tiene nueva pareja y que la cosa va en serio. Siempre que la relación haya acabado en buenos términos y que haya pasado un tiempo prudencial desde la ruptura (aquí la regla varía, pero al menos tienen que haber transcurrido de uno a dos años), una debe sentir alegría de que la persona con la que se compartieron proyectos, cenas, cama y peleas tenga alguien al lado. Aun así, es inevitable abrigar un ligero quemazón, consustancial a todo ser humano con un mínimo de sensibilidad. Sin embargo las mujeres albergamos esa sustancia viperina que hace que en cuanto descubramos la noticia empecemos a preguntarnos “¿Será más guapa que yo? ¿Estará más delgada? ¿Estará más enamorado de ella? ¿Le dejará más cajones para su ropa que a mí?”. Y sin poder evitarlo nos imaginamos a un cañón de tía, diez años más joven que nosotras, forrada y que encima cae fenomenal a todos sus amigos. Afortunadamente, ese tipo de mujeres no existen.
A los hombres no les ocurre lo mismo y cuando averiguan que han sido remplazados, su actitud general es mostrar la más absoluta indiferencia hacia al sustituto. Incluso pueden llegar a convertirse en colegas. Fíjense en Bruce Willis. Si hubiera rehecho su vida con un pibón mucho más joven, probablemente Demi Moore no hubiera tenido tan buen rollo con él. Y sin embargo, al protagonista de La Jungla de Cristal se la suda que su mujer se casara con un tío bastante más atractivo y que le saca 20 años de ventaja. El día que dos mujeres que han compartido novio se hagan amigas, querrá decir solo una cosa: que el susodicho ha encontrado una tercera.
Publicado en Las Provincias el 30/03/2012