Me
asomo a la terraza y observo de un día para otro como los geranios de mi balcón
han vuelto a florecer. La buganvilla empieza a brotar tímidamente e incluso el
aloe vera intenta demostrarme que más allá de su apariencia de cactus
amenazador, en su interior también esconde una espigada flor. De pronto ha
llegado la primavera dejando atrás la dureza de un invierno en el que más que sentir
el frío y las heladas, los españoles hemos tenido que sufrir aún más recortes,
más casos de corrupción, privatizaciones, imputaciones y ERES ilegales. Como la
naturaleza no entiende de déficits, primas de riesgo, desahucios ni cuentas en
Suiza, la nueva estación se va desperezando ajena a todo lo que ocurre y
muestra descarada esos brotes verdes que nos prometieron hace años y que
desgraciadamente no contagian a nuestra economía.
Con
el cambio de hora, alargo los paseos vespertinos con mi perro por el parque y
veo como asoman los primeros escotes y los pies desnudos, las parejas de
enamorados emergen como caracoles tras la lluvia y vuelven a poblar los bancos
con sus besos mientras los niños se multiplican y corretean por el césped.
Parece que este año no tendremos Primavera árabe ni valenciana, pero
quién sabe, quizá la recordemos como el inicio de la primera Primavera Republicana.
Mientras el universo sigue a lo suyo, Cristóbal Montoro y Mariano Rajoy se
atreven a predecir el futuro y nos aseguran que 2013 será el último año de la
crisis y que en 2014 se creará empleo. Quizás ellos también se encuentren bajo
los turbulentos efectos primaverales. Los ciudadanos tenemos ya ganas de
que nos dejen germinar de una vez, aunque me temo que los últimos coletazos del
invierno aún nos azotarán por un tiempo. Demasiado capullo suelto para tan poca
primavera.
Publicado en Las Provincias el 05/04/2013
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