viernes, 28 de diciembre de 2012

DECEPCIONANTE 'HOMELAND'


Los seis premios conseguidos en la pasada edición de los Emmy y el hecho de que destronara a ‘Mad Men’ en estos galardones que reconocen los mejores productos televisivos en Estados Unidos hizo que me picara la curiosidad.  Comencé a ver ‘Homeland’ alentada por las recomendaciones de amigos de cuyo criterio seriéfilo me fío. He llegado al ecuador de la primera temporada, y a pesar de algún momento álgido muy puntual, la serie no me convence en absoluto. Más allá del hecho de que aborde un tema tan complejo y espinoso como es el terrorismo y la guerra de Irak, no encuentro verosimilitud en ninguna de las historias que narra. La agente de la CIA Carrie Mathison no consigue acercarse ni de lejos al detective Vic Mackey de ‘The Shield’ en cuanto a chanchullos y maldades varias. Lo que hacía él sí que era rebasar todos los límites legales y morales sobre la faz de la tierra.  



A los personajes de ‘Homeland’ les falta algo, quizá un poco de esa complejidad que desbordan los protagonistas de la sublime ‘Mad Men’.   Y desde luego, nunca, jamás, ninguno de los actores de esta serie le llegará a la suela del zapato a  Bryan Cranston y a su magistral interpretación de un profesor de química desesperado por salvar a su familia en la soberbia ‘Breaking Bad’. La considerada como serie del año tampoco me traslada hasta esa atmósfera fangosa y pestífera que destila  ‘Deadwood desde el minuto uno ni tampoco consigue que me adentre en esa trama asfixiante aderezada con humor negro con que llenaba mis noches la familia Fisher en ‘A dos metros bajo tierra’.  A pesar de todo seguiré viéndola, por si me da una sorpresa, aunque hace tiempo que dejé de creer en los milagros navideños. 




Publicado en Las Provincias el 28/12/2012

viernes, 21 de diciembre de 2012

COBARDES E INHUMANOS


Yo también fui parte de un ERE hace algunos años. No nos pagaron los últimos tres meses, en ese tiempo el responsable de la empresa nunca tuvo el decoro ni los huevos de explicarnos que estaba pasando. Una vez, hartos de no saber, un grupo de veinte trabajadores le abordamos en la entrada para preguntarle, con la educación de la que él carecía, cuál era la situación. Nos dio una excusa y se largó en su cochazo. Más tarde, su secretaria nos reunió para echarnos la bronca por nuestro comportamiento y decirnos en pocas palabras que le habíamos acosado. Hay que tener cara. Al poco, trincó la pasta con la que podían habernos pagado la deuda y se marchó. Hoy creo que ocupa un alto cargo en una televisión autonómica de Castilla y León.


Ni las empresas ni los empresarios se han distinguido nunca por su sensibilidad o cuidado hacia sus trabajadores. Me refiero sobre todo a las compañías grandes.  A medida que aumenta el tamaño de la empresa,  disminuye la importancia del empleado.  Si la institución es además pública, olvídese de que alguien afronte los marrones. A los trabajadores de Radio 9 afectados por un eterno ERE les han comunicado sus despidos esta semana a través de un goteo de mails que fueron recibiendo en un intervalo de cinco horas. La madre de una gran amiga,  después de estar 30 años al frente de una oficina de uno de los Bancos valencianos que han hundido sus directivos, recibió también un mail diez minutos antes de acabar su jornada laboral comunicándole que no volviera el lunes. La tecnología sustituye el trato humano, intenta disimular la cobardía y esconder la responsabilidad de esa gentuza de guante blanco que ha demostrado ser aún más inhumana que cualquier máquina. 


Publicado en Las Provincias el 21/12/2012


viernes, 14 de diciembre de 2012

CONCIERTOS Y DESCONCIERTOS


El espíritu golfo se tiene o no se tiene. Ese impulso que te escupe de la calidez del hogar al caer la noche y te lanza hacia el asfalto a vagabundear como gato callejero no admite medias tintas. Si no eres un noctámbulo convencido, puede que desparrames más de la cuenta en una época de tu vida en la que una situación económica boyante o un dilatado periodo de soltería te lo permiten, pero cuando te bajen el sueldo o te vuelvan a echar el lazo, tus salidas de nuevo se reducirán a casa de los suegros y al cine una vez al mes. Los que aún conservamos el alma noctívaga, hemos tenido que afrontar que una vez traspasada la frontera de los treinta, es casi imposible encontrar un garito con música decente en el que no te rodee una horda de adolescentes borrachos manoseándose o a punto de vomitar.
Por eso, llegada cierta edad, la mejor excusa para salir de casa sin perder la dignidad es sin duda ir a un concierto. Las discotecas nunca fueron santo de mi devoción y los locales de moda para maduritos me dan nauseas, así que salir a ver un concierto es el refugio perfecto, la tabla salvavidas a la que agarrarse cuando el gusanillo parrandero aprieta. Los conciertos son para los treintañeros lo que las fiestas de los jueves para los universitarios. En un concierto no hay nadie demasiado joven ni demasiado mayor. La música en directo une y hace que por unas horas, todo el mundo cante en perfecta comunión y se contonee ante los mismos acordes. Lo bueno además, es que una vez acabada la actuación, si te vas pronto a casa no tienes sentimiento de perdedor, pero si vuelves a horas intempestivas tampoco hay pizca de remordimiento. Todo sea por el arte y la cultura. 



Publicado en Las Provincias en 14/12/2012

domingo, 9 de diciembre de 2012

LA PRUEBA DE LA NEVERA


La nevera, ese electrodoméstico aparentemente anodino que reina en nuestra cocina, puede llegar a decir muchas cosas de uno.  Incluso la gente que odia cocinar y sobrevive a base de pizzas congeladas, necesita el frigorífico para guardar los pocos víveres que les permitan subsistir. Uno puede hacerse una idea bastante aproximada de cómo es una persona al examinar lo que esconde el interior del aparato. Al abrir la aséptica puerta que divide el mundo normal del mundo refrigerado, la lucecilla encargada de iluminar los alimentos cual astro rey, ofrece un reflejo fidedigno de nuestro estilo de vida,  de nuestra capacidad económica y de nuestras manías. Tengo una amiga que cada vez que tiene nuevo ligue, se dedica a espiar su nevera y no suele errar en su veredicto. “Esto no tiene ningún futuro. Sólo pechugas de pollo, zumos sin azúcar y brotes de soja”, me dijo la última vez.

Según su clasificación, si el interior está habitado solamente por cervezas, vino,  tónicas y un trozo de queso caducado, probablemente no funcione porque es demasiado golfo;  pero si no hay nada de alcohol, tampoco le acaba de convencer por considerarlo demasiado serio;  si está repleta de tuppers de su madre, debe ser un niño mimado y tendría que aguantar a una suegra insoportable; si está llena de comida, debe ser un tragón y como ella también es de buen comer, prefiere dejarlo antes de ponerse como una foca; si por el contrario hay eco en su nevera, cree que le importa muy poco el nido y no será un buen compañero si la cosa prospera.  Según mi amiga, la nevera perfecta no existe, pero ella sigue buscando alguna que por lo menos se aproxime a su ideal de frigorías.   Sigue soltera, por si había alguna duda.  


Publicado en Las Provincias el 7/12/12