jueves, 26 de noviembre de 2015

CABREADA CON TONY


Conozco mucha gente que afirma que al cine no va a sufrir. Si entran a una sala, eligen taquillazos, comedias románticas o historias blancas que ensalcen la bondad del ser humano. Les pasa lo mismo con la literatura. Leen novelas amables, facilonas y con final feliz que les hagan pasar un buen rato. Lo entiendo. Ya hay demasiado drama en el mundo. A mí no me pasa. Me gusta que la historia que me cuentan, sea en un libro o a través del celuloide, me remueva, me golpee o me hagan pensar. No eludo la tragedia, aunque tampoco soy ninguna masoquista de la desdicha. Hace un par de semanas, veía los últimos capítulos de la serie LosSoprano cuando su protagonista, Tony, hizo algo que me cabreó profundamente. Algo que me esperaba, pero que no pensé que hiciese de esa forma. Consiguió que me pasara el resto del capítulo enfadada y preguntándome cómo era capaz de hacer algo así.

Solo recuerdo un sentimiento similar con la última novela de Rafael Chirbes, ‘En la orilla’, cruda y devastadora historia de los efectos de la crisis, y con la película ‘Bailar en la oscuridad’, de Lars Von Trier, que se recrea de manera obscena en un final desolador y brutal que me dejó en estado de shock. ¿Por qué logró irritarme tanto la acción de Tony Soprano?  De un tipo que mata a sangre fría, roba, extorsiona y engaña sistemáticamente a su mujer no se puede esperar mucho. Incluso en la mafia hay unos códigos. Hasta para matar hay unas reglas. Pero el espectador llega a querer al jefe de la mafia de New Jersey. Tiene sus cosas, sí, pero en el fondo es buena gente. Súbitamente el guionista te devuelve a la realidad. Tony es un cabrón retorcido y la mafia, por mucho romanticismo que le haya dado ‘El Padrino’, solo una organización de paletos asesinos sin escrúpulos.
Publicado en Las Provincias el 10/12/2015

viernes, 20 de noviembre de 2015

OPERACIÓN DESTETE




Te enseñan cómo tienes que respirar, te explican las claves para que el bebé se coja al pecho, te cuentan los cambios que sufrirás y resuelven tus dudas durante la gestación. Matronas, médicos, madres y amigas te ayudan con toda esa información, pero nadie te advierte de lo complicado que será el momento de dejar de amamantar. No para el niño, sino para ti misma. Si aquella Operación Nécora iniciada en los 90 por Baltasar Garzón fue larga y costosa, y la Operación Biquini les desquicia cada verano, la Operación Destete no parece mucho más fácil de atajar. Desde que tomas la decisión hasta que por fin lo dejas pueden pasar meses. Las primeras veces que lo comentas, tus amigas pediatras y madres militantes en la defensa de la lactancia materna te convencen de que lo alargues un poco más. “Dale solo antes de dormir”, te recomiendan, pero tú sigues sin poder tomarte un gin tonic ni escaparte un fin de semana.

Pasa un mes y te mentalizas de que tienes que dar el paso, porque casi ocho meses sin despegarte del bebé ya son suficientes (más los nueve de embarazo, no lo olvidemos) y porque sí, caramba, porque así lo has decidido. Pero entonces te asalta un sentimiento de culpa bestial. Ves a tu hijo tan a gusto... Ese rato se convierte además en uno de los pocos momentos de tranquilidad que tenéis durante el día, así que vuelves a replanteártelo. Si encima, como yo, utilizas la teta a modo de somnífero cada vez que el bebé berrea de madrugada, la decisión se hace aún más difícil. Pero igual que es posible dejar de fumar, también se puede dejar el pecho. Solo hay que proponérselo y pasar tres malas noches. A la cuarta, ya pude tomarme ese gin tonic que tanto me ha apetecido en el último año y medio ¿Y saben qué? No me ha sabido tan bien como pensaba.

Publicado en Las Provincias el 20/11/15

viernes, 6 de noviembre de 2015

PERFIDIA


Hay libros que suenan a rock and roll. De la misma forma que hay conciertos que te golpean como lo hace un buen poema. Existen paisajes que al contemplarlos saben salados, amargos o picantes. Igual que hay cuadros que desprenden un aroma a antiguo, quizás a polvo, a humedad o a madera vieja. Hay olores que nos proporcionan imágenes nítidas, estampas de la infancia o del verano. La literatura de James Ellroy es, para mí, puro rock and roll, aunque también desprende mucho jazz. Comienzo a leer Perfidia, su última novela, dudando de si mi permanente estado de cansancio me permitirá seguir como se merece la trama de ese tocho de casi 800 páginas, pero el denominado perro rabioso de la literatura norteamericana ha vuelto a hacerlo. Me atrapa como pocos autores lo hacen. Perfidia es el inicio de todo, la precuela de su célebre cuarteto de LosÁngeles, los orígenes de Dudley Smith, Lee Blanchard o William H. Parker seis años antes de que apareciese el cuerpo descuartizado de Elizabeth Short en un descampado de L.A. Un asesinato real que Ellroy tomó prestado para La Dalia Negra, el primero de los cuatro libros ambientados en la ciudad californiana.

Ellroyes un tipo de 1,90 al que le gusta vestir con camisas hawaianas o pajaritas y alimentar el mito de irreverente, obsesivo y soberbio de cuya fama goza entre los periodistas.  Bajo ese gesto adusto, calva impoluta y mirada desafiante, se esconde una bestia de la novela negra que ha plasmado como pocos la corrupción, los bajos fondos y la podredumbre del crimen de una época y un país.  Sus historias y sus personajes son puro cine de acción, puro olor a pólvora y a sexo indecoroso, puro metal. Si les va el chillido de la guitarra eléctrica, el volumen a tope y las emociones fuertes, lean a Ellroy. De nada. 
Publicado en Las Provincias el 6/11/15