Los
tiempos cambian, como cantaba Dylan, pero los sentimientos permanecen
inmutables. El amor romántico ha evolucionado a través de los siglos y con él,
también las palabras con las que los enamorados verbalizan su pasión. Cambia el
medio, pero no el mensaje. Desde los trovadores medievales que componían sus
odas suspirando por duquesas inalcanzables o campesinas moribundas hasta esas
declaraciones de amor públicas que una de las partes prepara y graba en vídeo
cosechando miles de visitas en Youtube, no hay tanta diferencia. Sin embargo,
observo cómo ha cambiado el cuento en algo más de 15 años a la hora de
susurrarse palabras de amor.
Yo
recuerdo aprenderme de memoria rimas enteras de Bécquer y buscar la inspiración
en los ’20 poemas de amor y una canción desesperada’ de Neruda para luego
deslizar alguno de los versos en las cartas que le escribía al que yo creía mi
amor eterno, que solía durar un verano. Más tarde serían diálogos sacados de
alguna película de la adolescencia, Dirty Dancing o La Princesa Prometida.
Hasta que llegó Serrat con sus Paraules
d’amor para descubrirme que
la poesía se podía cantar y que los juglares de nuestra época expresaban el
sentimiento universal como nadie. Ahora veo a mi prima de 18 años y a su novio
hacerse promesas y juramentos a través de Facebook que harían sonrojarse a la
mismísima Corín Tellado. Me da un poquito de grima ese exhibicionismo
sentimental tan del siglo XXI amplificado por las redes sociales, pero eso no
es lo peor. Lo malo es que la mayoría de las frases que intercambian públicamente
no provienen de poetas o cantantes, sino de los últimos hits de reggeaton que suenan
en la discoteca. Ante eso o el ‘Paqui, te querré hasta la muerte’ que adorna
muros y pasarelas de autopista, no sé con qué me quedo.
Publicado en Las Provincias el 31/10/14