viernes, 27 de julio de 2012

¿QUÉ QUIEREN LAS MUJERES?


Entre los sustos que nos está dando la prima de riesgo,  la velocidad con la que se mueren nuestros bosques pasta de llamas y recortes y el SOS de esta nuestra Comunidad para que nos presten 3.500 millones de euros dilapidados en el pasado en competiciones deportivas, edificios faraónicos coronados con trencadís y visitas papales, noto que me falta el aire y que también yo necesito que me rescaten. En lugar de pedirle ayuda al Banco Central Europeo, prefiero evadirme de la realidad y refugiarme en los brazos de un hombre. No de uno cualquiera, sino de EL Hombre. Me sumerjo de nuevo en los inicios de esa deliciosa serie llamada Mad Men y vuelvo a caer en la red de un Don Draper cuyo atractivo y misterio después de cinco años de emisión sigue intacto





En el segundo capítulo de la primera temporada,  el personaje al que de vida Jon Hamm medita, copa y cigarrillo en mano, acerca de esa gran cuestión existencial que ha sobrevolado la mente de todo hombre: ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? No, señores. Es algo de mucha mayor trascendencia. “¿Qué quieren las mujeres?” Observo y pregunto a las señoras y señoritas que tengo a mí alrededor para tratar de hallar respuesta a tan compleja pregunta.  Formar una familia, conseguir un buen trabajo, mantener la misma figura que a los 20, encontrar el amor de mi vida… Aspiraciones hay tantas como mujeres en el universo. Sin embargo, encuentro un objetivo que es común a todas y cada una de las féminas que conozco y que se reduce a algo muy simple: poder comer todo lo que queramos sin engordar. ¿Imposible? Tal y cómo va el país, puede que no estemos lejos de conseguirlo. Por el hambre que vamos a pasar. 

Publicado en Las Provincias el 27/07/2012

viernes, 20 de julio de 2012

THE END


“Abuelita, ¿qué es una sala de cine?”. “Pues verás cariño, eran lugares públicos donde se proyectaban películas de estreno en una pantalla gigante. Cuando yo era joven solíamos ir una o dos veces por semana. Eran sitios mágicos dónde evadirte y viajar a otras historias y otras vidas”.  Ojalá que no, pero sospecho que dentro de 40 años esta podría ser una conversación habitual entre cualquier persona de mi generación y algún nieto curioso. Si con la eclosión de Internet, la piratería y los estratosféricos precios de las entradas, las salas de cine ya estaban heridas de muerte, ahora se ha acabado de rematarlas con esa subida del IVA que escala de un 8 al 21%.  Por ahora el Gobierno no se ha atrevido a tocar el pan, pero sí el circo. Deben sospechar que si empiezan a jugar con las cosas de comer, podría morir devorados por las masas famélicas.   
Empiezo a escuchar los primeros comentarios de algunos amigos que afirman que ya no volverán al cine. Cuándo esa actitud se generalice y seamos una minoría los que todavía nos adentremos en la oscuridad del recinto, las salas irán desapareciendo poco a poco y terminarán siendo solo un recuerdo como el de esos Teleclubs de la España de los 60. Lejos de profecías apocalípticas, estoy segura de que el cierre de las salas no significará el final del cine.  Seguiremos consumiendo películas, pero lo haremos de otra forma.  Ya existen otras vías de distribución y exhibición, más rentables para autores y productores y más baratas para el espectador. Habrá cine, pero se perderá el encanto que envuelve ese rito sagrado de los domingos por la tarde. El fundido a negro y el The End en una pantalla de televisión nunca serán lo mismo.  Desolador



Publicado en Las Provincias el 20/07/2012

jueves, 19 de julio de 2012

PASAPORTE HACIA EL ALTAR




Que una buena amiga te regale el ramo el día de su boda siempre es motivo de alegría. A la antigua tradición de lanzarlo hacia el enjambre de ávidas solteras, en los últimos años se ha popularizado el más elegante gesto de entregar el ramo en mano a una persona especial. Sin embargo, es muy diferente el talante de la mujer que recibe el bouquet según sea su estado sentimental. Si la receptora va acompañada por el novio de toda la vida,  portará el ramo triunfante, con ese orgullo y superioridad de la que se sabe la próxima en vestirse de blanco. En ese caso, su pareja será objeto de burla durante el resto de la velada. Eso es así.
Si por el contrario, la amiga hace poco que sale con alguien y dependiendo de las ganas que tenga de enganchar al desprevenido, ésta puede adoptar dos actitudes. Recibirá el ramo tímida y mirando de reojo a su reciente compañero mientras piensa “Tierra, trágame, se va a creer que estoy desesperada” o lo acogerá entre sollozos y una exaltación desmesurada, lo que provocará automáticamente la huida del novio en cuanto termine el convite. Por último, existe otro supuesto, el de la soltera pura. En este caso, y a pesar de lo aparentemente lacrimógeno del instante, las flores se convierten en símbolo de condescendencia que alimenta el murmullo del resto de víboras que anhelan el botín. He pasado por estas dos situaciones en los últimos años y aunque agradezco el cariñoso gesto de mis amigas por acordarse de mí en esos momentos, abogo por volver a ese divertido espectáculo de empujones, codazos y saltos olímpicos con tacón de aguja por hacerse dueña de ese falso pasaporte hacia el altar. 


Publicado en Las Provincias el 13/07/2012

viernes, 6 de julio de 2012

CANTANTE, CANALLA Y MUJERIEGO


Cuando una llega a una edad, ya no aguanta de los hombres ciertas cosas que quizá la ingenuidad e inexperiencia del pasado hicieron que pasásemos por alto. Sin embargo, quien me iba a decir, que a mis 31 años, le esperaría de pie durante hora y cuarto a que estuviese listo,  que aguantaría durante cuatro horas sin ir al baño, que sufriría paciente casi 20 minutos de cola para beberme una cerveza en un mísero vaso de plástico y resistiría estoica el efluvio de los cuerpos sudados de cuantos me rodeaban. Eso solo se hace por alguien al que profesas una pasión incondicional. El caballero por el que me dejé maltratar así se llama Joaquín Sabina, de profesión cantante, canalla oficial y mujeriego confeso.



El pasado martes volví a primera fila para escuchar los versos de este hombre cuyas canciones me atraparon hace ya mucho tiempo. Fue mi sexto concierto, y como siempre, a mi lado estuvo otra fan absoluta, mi madre. Las dos, como buenas groupies, volvimos a darlo todo. En esta ocasión le acompañaba su primo Joan Manuel Serrat, en un espectáculo de tres horas de duración que les sitúa en el podio de los sesentones con más marcha del panorama musical español. La química de ambos en el escenario supera al mejor dúo artístico que se imaginen,  las espectaculares animaciones de las gigantescas pantallas traseras y el excelente repertorio seleccionado bien valieron los 43 eurazos de la entrada. Lloré con “Mediterráneo”, salté con “La del pirata cojo” y me  estremecí con la letra de “Y sin embargo”.  Al día siguiente, el sueño que me robaron estos dos pajarracos se batía en duelo con mi dolor de cuello y mi afonía. Es el precio que pagamos los fans a cambio de una noche mágica.


Publicado en Las Provincias el 06/07/2012