viernes, 31 de agosto de 2012

COMO DIOS NOS TRAJO AL MUNDO


Observo estos días cómo el hijo de tres años de una amiga corretea desnudo por la playa junto a otra niña desconocida que se le ha acercado para jugar y que comparte su mismo estado natural. A ninguno de los dos les llama la atención ver sus pequeños cuerpecillos tostados al sol libres de ropa.  Pienso en la felicidad que supone no estar contaminado aún por ese sentido del pudor que años más tarde la inmensa mayoría de los occidentales desarrollamos y que nos obliga a tapar aquellas zonas reservadas a ciertos menesteres que comprenden no solo el placer, sino también la procreación y el amamantamiento.   

A pesar de haber estado en playas en las que el nudismo y el textil convivían sin problema,   nunca había experimentado la sensación de libertad que supone tumbarse en la arena sin el incordio de un biquini. Me daba reparo. Pero lo bueno de los años es que aunque ganes algún kilo, también sueles aceptar tu envoltorio tal y como es, así que este verano aproveché una escapada relámpago a Formentera para dejarme acariciar por los rayos del sol sin que existieran trabas de por medio.  Una maravilla, oigan. Quien no se haya bañado en el mar sin la atadura que supone un incómodo traje de baño, nunca habrá sentido semejante comunión con los elementos. Me acompañaba una amiga que ni siquiera había hecho topless en su vida y que después de algunas dudas, terminó desnuda el resto del viaje. Debo apuntar que la playa testigo de nuestro despelote estaba desierta y que ello fue de gran ayuda para romper nuestras barreras. Si Dios nos trajo al mundo así, ¿por qué avergonzarnos de lo que debiera ser lo natural? Maldita manzana que nos condenó a escondernos tras una incómoda hoja de parra. 




Publicado en Las Provincias el 31/08/2012

viernes, 24 de agosto de 2012

DE NOTABLE ALTO A APROBADO JUSTO


Cuando llegaba una chica nueva a la urbanización, la parte masculina de la pandilla no tardaba en encender el escáner y examinar a la susodicha para dictar veredicto. Ese verano apareció por allí una hembra de esas de mirada felina, melena rubia, pechos generosos y artificiales, short blanco ceñido por el que asomaban unas piernas bien formadas y el paso firme de las que saben que son objeto de miradas furtivas. Ellos la bautizaron como “la ocho y medio”, tal fue el resultado de su evaluación. Para nosotras no era para tanto. Nunca les dirigió la palabra, por cierto.

Han pasado seis años desde ese notable alto.  Hace unos días bajé al parque de la misma urbanización a acompañar a una amiga a que su retoño brincara entre los columpios. Mientras observábamos a la pequeña deslizarse por el tobogán, apareció una madre con sus dos hijos. Era de esa especie de madres histéricas que no dejan a sus cachorros solos ni un segundo para que hagan el cafre. Mi amiga me comentó que coincidía con ella todas las tardes y que pensaba que era aquella jaca por la que nuestros amigos suspiraban. “No puede ser” le dije. Me fijé bien. Su cuerpo había ensanchado notablemente, su melena había dejado paso a un corte de pelo sin gracia y escondía sus nuevas curvas bajo un vestidito color camel que le cubría por encima de la rodilla. Después de observarla con disimulo, vi un atisbo de aquella mirada que ahora había dejado paso a otra más terrenal y me di cuenta de que si que era ella. “Uf, qué duro bajar tantos puntos en tan pocos años. Ahora es un cinco y medio” le dije a mi amiga. “Yo más bien diría aprobado justo” expuso maliciosa mi comadre. Creo que los chicos de la pandilla le habrían suspendido.    

Publicado en Las Provincias el 24/08/2012

viernes, 17 de agosto de 2012

EL FESTIVAL


Lo reconozco, tenía miedo antes de llegar.  Pensé en poner una excusa a mis amigos y quedarme todo el fin de semana trabajando con el aire acondicionado de la oficina a tope, sin tener que aguantar colas kilométricas,  chiquillos que rozan el coma etílico, efluvios a orinal gigante y temperaturas abrasivas. Pero habíamos planeado esos días desde febrero, así que me armé de valor y de paciencia para poder aguantar lo que nos echaran e imaginándome lo peor. Me enfrentaba a mi primer festival de música. Lo hacía atemorizada y pensando que ya se nos había pasado el arroz para macro acontecimientos de este tipo enfocados a chavales que soportan una semana entera durmiendo una media de cuatro horas diarias en un multitudinario camping.


Pero no, señores. Mis amigos y yo resistimos estoicos los tres días gordos del festival y además nos fuimos de allí con un excelente sabor de boca. Puede que no seamos tan viejunos como pensábamos.  Vibramos con los grupos que fuimos a ver, descubrimos a muchos otros que ya forman parte de nuestra banda sonora vital, conocimos a gente interesante, nos hicimos fotos con los músicos en plan groupies y sobre todo, nos fuimos de allí con la idea de que repetiremos. Eso sí, con las mismas condiciones. Esto es, zona VIP para descansar entre concierto y concierto y apartamento para dormir como Dios manda, que una no tiene remilgos para hacer pis entre dos coches, pero ya no cuenta con la energía suficiente para sentarse en el suelo durante horas ni para meterse en una tienda de campaña a las seis de la madrugada mientras los veinteañeros de la tienda de al lado continúan la fiesta y te impiden pegar ojo.   Perroflauta, sí,  pero con categoría.  




Publicado en Las Provincias el 17/08/2012


viernes, 10 de agosto de 2012

MENS SANA IN CORPORE SANO


Qué poco me interesan los Juegos Olímpicos y qué ganas tengo de que terminen. Desde el pasado 27 de julio, cada vez que pongo la televisión o la radio o abro un periódico, parece que el mundo gire exclusivamente en torno a este acontecimiento, incluso la crisis ha quedado en segundo plano. Ya no importa la subida del IVA ni que los inmigrantes pierdan su derecho a la sanidad, porque España ya tiene en su haber unas cuantas medallas. Aunque no hayas tenido en tu vida el mínimo interés por el windsurf, ahora todos nos sentimos orgulloso por haber llegado a lo más alto. Me pregunto qué poder tiene el ejercicio físico unido al juego para que nos anestesie de esta forma.
Que sí, que los valores que encierra el deporte están muy bien: el esfuerzo de superación, la constancia, el trabajo en equipo, el sudor derramado en el camino…  Pero tampoco creo que sea para tanto. Estoy harta de escuchar lo importante que es hacer deporte, que nuestra salud depende de ello, pero no he oído muchas voces que aconsejen a los deportistas que estudien, que lean y se formen, porque será beneficioso para otro tipo de salud, la mental. Es importante tener un Rafa Nadal o un Pau Gasol que eleven el orgullo patrio y nos distraigan de nuestras miserias, pero también me gustaría ver nombres de científicos, filósofos, investigadores o médicos que además de traspasar fronteras, fueran reconocidos con primas millonarias que superan los 90.000 euros, como es el caso de los deportistas españoles que ganan un oro. Y que pagamos todos, por cierto. Me gusta el deporte, pero si tengo que elegir, me quedo con el “Mens sana”. Tiene mayor recorrido que unos músculos definidos o unos abdominales marcados.
Lo mejor de los Juegos Olímpicos, sin ninguna duda

Publicado en Las Provincias el 10/08/2012

viernes, 3 de agosto de 2012

OLE SUS HUEVOS


Existen lugares que ya sólo podré ver en imágenes y vivirlos en los recuerdos de la gente que estuvo allí. Sitios que ya no existen debido sobre todo al factor humano, o mejor dicho inhumano, que es cruel y vengativo a partes iguales, pero también a causa de la fuerza de la naturaleza, que es brutal y caprichosa. Ya no podré ver el perfil de Nueva York desde la azotea de las Torres Gemelas, ni contemplar los gigantescos Budas de Afganistán que los talibanes destruyeron en nombre de la religión.  Las playas devastadas por el terremoto y posterior tsunami en el Índico, ya se han recompuesto, pero aun así siento que es urgente visitar los lugares antes de que modifiquen parcial o totalmente su fisionomía. Escucho apenada la noticia de que el Gobierno ha extraditado a los cooperantes de los campamentos saharuis de Tinduf ante el riesgo inminente de secuestro por parte de grupos terroristas.  Otro lugar que ya no será fácil de visitar.
En este caso no necesitaré que nadie me lo cuente. Hace años tuve la inmensa suerte de compartir una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida al lado de una familia saharaui que no solo nos ofreció techo y comida, sino que también nos abrió su alma de par en par. Si ahora también tachamos ese punto del mapa, este pueblo quedará relegado, todavía más, al abandono. Veinte cooperantes ya han anunciado que volverán al Sáhara. Ante la noticia, tengo el corazón partido. Entiendo que tal y como está nuestro país, el gobierno no esté para pagar rescates, pero también sé que si se marchan, con ellos desaparecerá lo último que les queda, los testigos y las voces que claman contra la injusticia.  Así que, sólo puedo añadir: ole sus huevos