Seguí la ceremonia de los Goya sin pizca de la emoción vivida el año
pasado, al estar nominado mi amigo Paco Roca por la adaptación a la pantalla de
su excelente cómic “Arrugas”. Al final, Paco se trajo dos Goyas a
Valencia y toda la pandilla peregrinamos a su casa para hacernos fotos con el
trofeo y para que nos contase los cotilleos de la noche. El glamour que
desprende la alfombra roja quedó diluido cuando su chica nos relató, que igual
que en cualquier ágape, la gente se peleaba por los canapés. En esta edición,
el único interés que me suscitaba la gala era comprobar si el mundo del cine
volvía a levantar su voz en contra de los recortes y la subida del IVA,
como ya hiciera en 2003 con ese grito de “No a la guerra”.
Las pocas críticas que se escucharon y los chistes edulcorados acerca de la sanidad, la educación y la cultura no me parecieron suficientes dado como está el patio. La intervención de Candela Peña fue una de las pocas con garra. Mañana hará un año que mi padre murió, también en un hospital público. No recuerdo que nos faltaran mantas ni agua, pero sí que a mi padre tenían que trasladarlo a otro hospital donde comenzar su rehabilitación y que por falta de camas, mi padre nunca llegó a ese centro. Me hace gracia los que han criticado la politización de la gala. ¿Acaso la iglesia no reprocha en sus púlpitos lo que ellos consideran que va en contra de sus creencias? ¿Y los partidos políticos no se echan los trastos unos a otros en sus mítines? ¿En un congreso de empresarios, no es lícito que los participantes hablen de lo que se está haciendo mal? Si el mundo del cine tiene derecho a la libertad de expresión, desde luego, este era el lugar donde ejercerlo. Aun así, la gala fue un peñazo. Para el año que viene, que vuelva Paco Roca.
Publicado en Las Provincias es 22/02/2013
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