viernes, 30 de diciembre de 2011

REGALE LIBROS

Si a estas alturas de la farsa navideña, todavía le queda algún descolgado entre amigos o familiares al que todavía no sabe qué regalar, no siga estrujándose los sesos y regale libros. Los hay de todos los precios, tamaños, colores e ideologías. Pesados como bloques de hormigón o ligeros como delicadas plumas, de bolsillo o de coleccionista, útiles y absurdos, serios e irónicos, picantes, sesudos, feroces, macabros, frenéticos, intensos, palpitantes, metafísicos… Y ahora también virtuales. Ni siquiera tendrá que salir de casa para comprarlos. Algunos pueden cambiar su existencia. Otros pasan sin pena ni gloria, pero sea como sea, regalar libros es obsequiar a la otra persona con experiencias desconocidas y excitantes que le transportarán hacia paraísos oníricos de otras épocas, lugares y vidas.

Regale aventuras al soso de su cuñado; regálele a su sobrina quinceañera, la que no sabe freírse un huevo, un libro de recetas para torpes; a su suegra, un buen tocho de novela histórica con el que mantenerla ocupada unas cuantas semanas; al moderno de la pandilla, sorpréndale con ese libro de fotografía del grafitero alemán del que no para de hablar; a su compañero de trabajo, ese que se no puede vivir sin su iPad, regálele la biografía del gurú de la manzanita, mejor  en versión e-book; inicie en el estimulante mundo del cómic a sus amigas, aunque nunca pasasen de Tintín; regálele poesía a su prima, la que se acaba de enamorar y permítale seguir soñando; obsequie con literatura erótica al hombre que ama y vuelva a recuperar el fuego de noches pasadas. Hay un libro esperando para cada persona. Regale libros porque al hacerlo estará abriendo una ventana al infinito.


Publicado en Las Provincias el 30/12/2011

viernes, 23 de diciembre de 2011

SOBRAN LAS PALABRAS

Sentada en la butaca, mientras asomaban los primeros títulos de crédito y las luces se desperezaban, no pude reprimir el impulso y me puse a aplaudir entusiasmada ante esa joya que acababa de contemplar. Como yo, muchos otros espectadores que el pasado domingo abarrotaban la sala, hicieron lo propio embargados por la emoción de haber visto algo grande. Y confieso que, a pesar de los elogios unánimes de la crítica internacional, acudí al cine con la desconfianza natural que produce meterte a ver una película muda y en blanco y negro. Pero la excepcional “The Artist”, lejos de decepcionar o aburrir, te atrapa desde el primer instante y te devuelve esa deliciosa sensación, tan escasa hoy en día desgraciadamente, que tiene la magia del cine con mayúsculas y que solo muy pocas películas son capaces de lograr. 



Reconforta además, asistir al hecho de que todavía exista gente que ve más allá de las normas,  de lo establecido, de lo comercial, y decide perseguir una idea calificada de “locura” según las palabras de los números productores que rechazaron el proyecto durante años. El loco se llama Michel Hazanavicius y su sueño le ha durado diez años. Por cierto que esos ejecutivos de la industria del celuloide deben estar maldiciendo porque el filme es carne de óscar por todos lados. En esta época de superproducciones, efectos especiales, explosiones y chorradas a tutiplén, eso sí, en 3 dimensiones, que alguien haya apostado por llevar a cabo esta maravilla me vuelve a reconciliar con el arte y el ser humano. Aprovechen estos días, y entre comilona y comilona, den esquinazo a la familia un par de horas y vayan a paladear este caramelito. Saldrán del cine mudos.  

Publicado en Las Provincias el 23/12/2011

viernes, 16 de diciembre de 2011

COMPETIR CONTRA INIESTA

Hay cosas que por mucho que nos empeñemos las mujeres, nunca conseguiremos cambiar de los hombres. Jamás.  De todas ellas, la reina, la número uno, la que por mucho que lo intentemos, fracasaremos una y otra vez, es pretender que un hombre deje de ver un partido de fútbol importante, de esos que ellos denominan “clásico”,  y lo cambien por cualquier otro plan con nosotras, por muy atractivo que este sea.

Me cuenta mi amiga Clara que después de estar dos meses quedando con su nuevo ligue y sin haber pasado todavía una noche juntos, por fin habían planeado irse el fin de semana  a una casa perdida en las montañas. El plan pintaba de maravilla. Andarían por el campo, visitarían los pueblos de alrededor, cenarían en uno de los mejores restaurantes de la zona  y acabarían enlazados cual San Jacobos frente a la chimenea. Ella se preparó a conciencia comprándose el modelito perfecto y haciendo la obligada visita a la esteticista. Un par de días antes, el susodicho empezó a ponerle excusas diciéndo que no tenía claro si finalmente podría irse con ella. Ante las dudas,  Clara, mosqueada, le preguntó a bocajarro si había otra mujer. Ante el miedo de que ese fin de semana se pospusiese para siempre, él tuvo que confesar la verdad, que no, que lo que ocurría es que jugaba el Madrid-Barça y que no podía perdérselo.  Por mucho que nos pese, ante un gol de Iniesta o el picardías más sexi de Victoria’s Secret, ellos lo tienen claro. Contra el de Albacete no se puede competir.  Terminaron pasando el fin de semana juntos y mi amiga vio el partido junto a su chico mientras tomaban un buen vino y un excelente queso. El fuego de la chimenea y la victoria del Barça hicieron el resto.



Puiblicado en Las Provincias el 16/12/2011

martes, 13 de diciembre de 2011

LA TIENDA DE LA ESQUINA

 
Siento cierta aversión hacia grandes superficies y centros comerciales, especialmente en estas épocas prenavideñas. Aun así, hay veces que por comodidad, me rindo y termino en uno de estos monstruosos búnkers del consumismo salvaje. Esta semana necesitaba agenciarme unos cuantos artilugios para casa, por lo que estuve haciéndome a la idea de coger el coche, desplazarme fuera de Valencia y adentrarme en ese gran templo del bricolaje en el que uno puede conseguir todo lo necesario para construir un hogar. La pereza pudo más y terminé bajando a la ferretería que hay bajo de mi casa donde no solo encontré todo lo que necesitaba, sino que además me atendieron muy amablemente, evité soportar colas infernales y hasta me dieron consejos para montar mi nueva barra de la ducha. 
 
Decidí entonces, que a partir de ahora, intentaré comprarme la ropa de correr en la tienda de deportes de la esquina y en lugar de cargar libros y discos en esa estupenda multinacional francesa, iré a una pequeña librería cercana donde ya conocen mis gustos. A estas alturas, no voy a intentar convencerles de luchar contra el espíritu consumista que nos invade a todos durante estas fechas, pero al menos, si estas navidades van a comprar regalos, háganlo en la floristería Paquita, la papelería de Pepe, la perfumería de algún conocido o en la tienda de regalos de toda la vida. El señor Amancio Ortega y compañía ya están suficientemente forrados. Y además, al mismo tiempo que gastan dinero en cosas que no necesitan, estarán ayudando a salir de la crisis a un país en el que el 90% de las empresas españolas son pequeñas y medianas empresas. Seamos solidarios, recuperemos las tiendas de barrio.
 
Publicado en Las Provincias el 09/12/2011

domingo, 4 de diciembre de 2011

LÁPIZ Y TINTA

Hace unos días, mientras un amigo me enseñaba los dibujos con que cada noche llena su cuaderno, reviví una sensación maravillosa que había permanecido escondida en un lejano rincón de donde quiera que se almacenen los recuerdos de la infancia. Le preguntaba qué tipo de rotuladores utilizaba para realizar sus dibujos. Hablamos de lo estupendo que es encontrar un bolígrafo con el que te sientas cómodo, ya sea para escribir o dibujar. Dar con uno de ellos es convertirlo en la prolongación perfecta de tus dedos y de tu inspiración. No hace falta gastarse una pasta en el boli, de hecho, a veces sucede que aquello con que plasmas y anotas tus pensamientos es un bolígrafo vulgar, uno de esos que te regalan en la tienda de la esquina, uno más. Y sin embargo cuando la punta roza el papel, se produce un efecto, que para los que nos gusta escribir, es mágico.

Mientras disertábamos sobre tan apasionante tema, rememoré la magnífica sensación que me produjo cuando era niña el pasar de escribir de lápiz a bolígrafo. No recuerdo a qué edad se produce ese salto, pero sí que fui una de las primeras de la clase en ser merecedora de ese instrumento y lo que ello representaba. Que te dieran el boli significaba dejar atrás una etapa de tu vida y adentrarte en una nueva en la que ya no requerías de esa goma que borraba tus frecuentes errores. Era una enorme responsabilidad. Dentro de unos años, las pantallas táctiles habrán desbancado definitivamente la tinta y el papel y los niños no conocerán esa hermosa sensación. Tampoco sabrán nunca lo que es borrar una pizarra ni podrán reírse del profesor que absorto en la lección se mancha la chaqueta de tiza. Pobrecitos.

 Publicado en Las Provincias el 2/12/11