domingo, 17 de diciembre de 2017

MAMÁS EN ACCIÓN



Mamás en acción es una ONG valenciana que se dedica a acompañar, cuidar y atender a niños y niñas que no tienen padres. Mamás en acción es también un epíteto, como blanca nieve o noche oscura, porque no conozco a ninguna madre que no esté en un permanente estado de actividad desde que se despierta hasta que se desploma en la cama 15 horas después. Claro que ese constante ir y venir de hormigas obreras no pertenece exclusivamente a las que hemos decidido ser madres, pero la realidad es que la prole requiere una dedicación bastante exigente en horas, energía, algún que otro disgusto y muchas alegrías. Restando el tiempo que dedicas a los hijos, al trabajo, a tu pareja, a la casa y los ratos escasos que estás con tus amigas, lo que queda es alguien con pocas fuerzas y muchas ganas de dormir. Pero resulta que hay mujeres (y hombres) que en esos ratos que podrían dedicar a sí mismos, se ocupan de que el mundo sea un poco mejor.   

Entre los doscientos millones de cosas que cada día tenemos en la agenda, un grupo de mujeres, (madres la mayoría, pero no únicamente; también padres, abuelos, hermanos u hombres que han jurado morir sin descendencia), dedican parte de su tiempo a que niños que no tienen padres, bien porque han sido abandonados, bien porque les han quitado la tutela y viven en centros de acogida, y deben permanecer ingresados el hospital tengan alguien que les acompañe, les cuide y les dé cariño. Puede parecer algo minoritario, pero en la Comunidad Valenciana hay alrededor de dos mil niños sin padres. Y se ponen enfermos, como nuestros hijos; y tienen ilusión en tener el disfraz de Ladybug, como nuestras hijas o en comprarse ese pantalón que llevan todas las adolescentes, como nuestras sobrinas. Las voluntarias de Mamás en Acción también se encargan de organizar cumpleaños a niños que nunca antes se habían planteado que nacer es un motivo de celebración porque nunca antes lo habían celebrado.  Y de ponerles una tarta delante a un niño que no sabía que había que soplar las velas. La tercera pata de la ONG, el desván, se encarga de recoger y repartir enseres infantiles que puedan aprovechar familias en situaciones desfavorables. 


Todo esto no lo contó Majo, la presidenta y fundadora de la organización, a un grupo de mujeres hace unas semanas. Algunas mirábamos al techo y nos conteníamos para no llorar, otras se ponían las gafas de sol para disimular y algunas directamente dejaban fluir las lágrimas.  Al convertirte en madre, te haces más vulnerable ante todo lo que envuelve a la infancia, también te haces más fuerte. Esa fortaleza es la que guía a estas personas, unas 300 en la actualidad, a ayudar a estos niños. Y un dato, médicos y profesionales de los hospitales donde trabaja Mamás en Acción, les han asegurado que los niños y niñas enfermos que acompañan, se recuperan mucho antes que los que no tienen a nadie. No creo que se necesario  añadir nada más. 

Además de la necesidad de voluntarios y voluntarias que puedan echar una mano, Mamás en Acción acaba de poner en marcha una campaña de crowfunding para conseguir los fondos que requiere convertirse en una fundación. Podéis hacer vuestra aportación aquí



Más información: Mamás en acción



viernes, 7 de julio de 2017

POR LO CIVIL




Las bodas civiles son feas y anodinas. Hablo de las reglamentarias, no de esas en las que el cuñado se disfraza de cura para hacer el paripé ni las que los hermanos del novio y las amigas de la novia cuentan anécdotas de juventud que se columpian entre la vergüenza ajena y la lágrima fácil. Me refiero a ese trámite por el que el juez encargado del Registro Civil lee un par de artículos, les hace una pregunta concisa a los novios sin mirarles a la cara y pone el sello al libro de familia. Dura tres minutos. Como una eyaculación precoz. En la Administración no hay sitio para el amor. Las parejas y sus familias aguardan vestidos de domingo a las puertas de los juzgados a que llegue su turno. Y toda la ilusión depositada en ese día se esfuma en cuanto atraviesan la puerta de la sala y ven las caras asépticas de los funcionarios. Se tarda bastante más en pedir que te despiecen un pollo y que te piquen mitad cerdo, mitad ternera en la carnicería que lo que tarda uno en casarse por lo civil.

Hay que reconocer que la suntosidad de los ritos religiosos (también los militares), con su música, sus flores y sus símbolos, ganan por goleada a los aburridos trámites civiles. Hace poco me fui a la puerta lateral de la Ciudad de la Justicia por donde salen los recién casados para darle una sorpresa a una pareja de amigos que, después de ocho años en los que él le ha preparado el desayuno cada día y ella le ha seguido por tres continentes, inscribían su relación en el registro formalizando derechos y obligaciones. Les tocó los últimos, así que tuve tiempo de ver salir a 18 parejas de recién casados. Se lo recomiendo si están de bajón. Es lo contrario a la puerta de un hospital donde solo percibes desconsuelo. Allí, cada cinco minutos hay un chute de endorfinas.

Publicado en Las Provincias el  7/7/2017

viernes, 23 de junio de 2017

VIAJAR CON AMIGAS


Qué importantes son las amigas. A veces se te olvida porque no las ves tanto como quisieras. La vida va demasiado rápido y ellas, que transitan al mismo ritmo endiablado que tú, lo comprenden mejor que nadie. Viajar es siempre estimulante, solo, en pareja o en familia, pero viajar con ellas adquiere otro significado. El destino da igual, lo importante es el vínculo. Podríamos ir a Sanfermines sin ver un solo encierro, pasar por la Feria de Sevilla sin entrar en ninguna caseta o acudir a los carnavales de Tenerife sin ponernos ningún disfraz. Solo necesitamos un sitio para sentarnos, una botella de vino y unas horas por delante sin mirar el reloj.  Lo bueno de pasar tiempo con ellas es darse cuenta de que tú no eres la única que vives con la lengua fuera. Que ellas hay semanas que también tienen la nevera vacía, que no pasa nada por perderse el festival de los niños por una reunión de trabajo y que alguna también vez sueñan con irse lejos. 

Cuando viajas con tus amigas eres más tú que nunca. No ejerces ni de madre ni de hija, tampoco de novia o esposa, ni de vecina o compañera de trabajo. Te quitas todas las capas y durante unos días andas ligera, posponiendo el mundo real que te espera a la vuelta. Puedes estar gorda y seguir comiendo sin que te juzguen, ir sin depilar y que se las sude, haber metido la pata hasta el fondo mil veces sin que te censuren. Con ellas, los secretos están a salvo y las confidencias se vuelven comentarios sin carga reservada. Escaparse con las amigas tiene algo de terapéutico, porque aunque no lo pretendan, sus opiniones disipan dudas y esclarecen. Aunque lo mejor es esa cura de carcajadas, ese derroche de animaladas y esos comentarios tan políticamente incorrectos que sabes que nunca podrás compartir con nadie más que con ellas.

Publicado en Las Provincias el 23/6/2017



viernes, 16 de junio de 2017

CHICAS JÓVENES, HOMBRES MADUROS



Mario entró en la fiesta de la mano de su nueva chica. Parecía diez años más joven a pesar de que tenía menos pelo que la última vez que nos vimos y unos kilos de más. El secreto de su repentino rejuvenecimiento era la pelirroja de 27 años que le acompañaba desde hacía meses. Nos la presentó. Era puro desparpajo. En cuanto ambos se alejaron a pedir, mi grupo de amigas comenzó a cuchichear. La evidente diferencia de edad centraba el chismorreo. Al parecer, ninguna de mis amigas parecía caer en la cuenta de que ellas habían sido la pelirroja en el pasado. Más de una década separan las fechas de nacimiento de tres de mis amigas y sus maridos. Ese abismo que separa a una mujer y un hombre cuando ella tiene 25 y él 40, se diluye cuando somos nosotras las que entramos en la cuarentena y ellos rondan los 55. A partir de cierta edad ya no nos acordamos de que nosotras fuimos la joven sobre la que las demás murmuraban.

Escuchando hablar a la pizpireta, con su frescura y su despreocupación, entendí perfectamente el cliché del hombre que a partir de cierta edad se fija y se enamora de una chica mucho más joven. No es solo por el culo duro y los pechos firmes (que también), es sobre todo por ese huracán de energía; por la desfachatez de que solo exista el presente; por estar exenta de neurosis y recelos; por creer, todavía, que todo es posible. A nosotras no nos pasa porque aunque también nos gusten los abdominales marcados, el sexo salvaje y la audacia de los veintitantos, al final caemos en la cuenta que, como decía el anuncio, la potencia sin control no sirve de nada. La novia de mi amigo era un torbellino, pero a pesar de todo, no sentí ninguna envidia cuando los vi marcharse, ella cabreada y celosa porque su novio había hablado más de la cuenta con otra.

Publicado en Las Provincias el 16/6/2017

viernes, 9 de junio de 2017

EL ACROBATA IRANÍ



Todo el mundo le llamaba Richard. Para los guiris que cada verano pasan por el camping que él y su mujer abrieron hace 40 años en un pueblo de Castellón era mucho más sencillo que pronunciar su nombre iraní. Murió este invierno con noventa y pico años. No lo supe hasta que en Semana Santa entré en el supermercado del camping y algo llamó mi atención. La entrada del local siempre había estado empapelada con las fotografías de su juventud, cuando él, su hermano y su esposa trabajaban como acróbatas de circo recorriendo el mundo. En las fotocopias que recubrían las ventanas se veía a los “Iran-boys”, uno de ellos totalmente erguido, con el brazo estirado y sosteniendo en su dedo una botella de cristal sobre la que descansaba todo el peso del otro hermano  que mantenía el equilibrio cabeza abajo. Era “un número único en el mundo”, como rezaban varios de los recortes.


Los Iran-boys habían actuado en el Radio City Music Hall de Nueva York frente a reyes y actores de Hollywood y una foto atestiguaba la amistad que les unía con Muhammad Ali.  Yo miraba aquellas imágenes cada vez que iba a comprar. Intenté hablar con él en un par de ocasiones. Si no hacía frío, siempre estaba sentado en una silla en la puerta del supermercado como un centinela emérito.  Tenía escrita la entrevista que quería hacerle para contar esa historia fascinante, pero su avanzada edad, el regular manejo del español  que aún arrastraba y mi falta de insistencia hicieron que ahora solo pueda imaginar cómo debió ser su vida. Al poco de morir, las fotos, los recortes de periódico y las fotocopias amarillentas desaparecieron de la entrada del supermercado. Ahora ya nadie sabrá que los árboles que hoy hacen sombra a su roulotte fueron plantados por un hombre que maravilló al mundo con sus acrobacias. 

Publicado en Las Provincias el 9/6/2016

viernes, 2 de junio de 2017

EL MUNDO INVISIBLE



Hay un mundo que se nos escapa. Es un universo paralelo que no alcanzamos a distinguir los que tenemos más de 8 años. Un mundo donde los insectos, la luna y el viento y los medios de transporte son de vital importancia. Llevaba un tiempo asistiendo a él sin ser del todo consciente hasta que ayer mi hijo de dos años señaló al suelo acompañando el gesto de una enorme exclamación. “Mira mamá, mira”, gritaba fascinado mientras su dedito apuntaba a la acera. Yo me agaché, solo veía restos de hojas y un papel de un caramelo Pictolin. Él seguía maravillado  tratando de que me diera cuenta de lo extraordinario de su descubrimiento. Pensé que era el caramelo lo que con tanta emoción advertía. “Sí, cariño, un Pictolin de fresa, qué guay”, le contesté sintiéndome imbécil. Me miró como si hubiera dicho la mayor incongruencia del planeta (así era) hasta que exclamó: “mosca, mosca” y el insecto levantó el vuelo haciendo que mi cerebro descodificara por fin la información que mi hijo intentaba transmitirme.

En ese mundo imperceptible encontrarse una mosca en la calle es como para un adulto ver a un dinosaurio paseando por la calle Colón. Allí tienen una importancia vital las hormigas, las arañas, los escarabajos y las lagartijas. En el mundo invisible los autobuses adquieren la categoría de carrozas, los trenes de naves especiales y las ambulancias son seres mitológicos que gritan mientras curan a la gente. Es indispensable cada día que sales de casa reparar en que el sol está en el cielo, en que no llueve y en que es de día o de noche. En el mundo invisible nuestras certezas son cuestionadas y nuestras convicciones discutidas a cada instante. Es difícil penetrar en ese mundo, pero cuando lo consigues, solo distingues dos cosas, una es lucidez, la otra, clarividencia.

Publicado en Las Provincias el 2/6/2017



viernes, 26 de mayo de 2017

TRABAJOS MANUALES



A mi amiga Claudia siempre le han gustado los intelectuales. Los tipos reflexivos que parece que nacieron con un libro, en lugar de un pan, debajo del brazo. Hombres con trabajos vinculados a la escritura o a la investigación. Alérgicos al deporte, ineptos para el bricolaje y preferiblemente miopes. Sus tres últimas parejas estaban cortadas por el mismo patrón. Zurdos, despistados y pacifistas. Las únicas batallas en las que participaban eran dialécticas. Sus novios perdían el móvil una media de tres veces al año, pero no les importaba porque alguno aún llevaba un teléfono con pantalla en blanco y negro y sin conexión a internet. Estaba claro que a Claudia le atraía la materia gris. Hasta que hace pocos meses, Arturo, su último novio, un profesor universitario, dejó a mi amiga por la estudiante de 27 años a la que le dirigía la tesis.

Desde entonces, y pasado el tiempo (breve) de luto e improperios contra su ex, la vida sentimental de Claudia ha dado un vuelco. Como los hijos que salen anarquistas de padres ultra católicos, mi amiga se ha ido al otro extremo y no quiere oír ni hablar de eruditos, lo único que le interesa son los hombres que saben trabajar con las manos. Lo descubrió un día en que su vecino pasó a su casa a arreglarle un grifo que goteaba mientras observaba cómo sus dedos se movían ágiles entre la tubería.  Luego salió con un agricultor al que acompañaba a las labores campestres, le siguió un masajista que conoció por internet, probó con el panadero de su barrio y ahora vive feliz junto a un ebanista que se dedica a restaurar muebles viejos. Le pregunto si no echa de menos las conversaciones filosóficas que mantenía con sus ex. Donde estén las manos de un buen artesano, que se quiten las teorías de cualquier ilustrado. Eso me dijo.

Publicado en Las Provincias el 31/05/2017



viernes, 19 de mayo de 2017

LA CULPA


La culpa. Esa sensación que asoma cuando sabemos o creemos que no hemos obrado de forma correcta, unas veces por acción, otras por omisión. El sentimiento de culpabilidad emerge de manera casi enfermiza en las mujeres que hemos sido madres cuando intentamos compatibilizar la vida que teníamos antes con la que nos toca vivir después de tener hijos. La culpabilidad aflora el día que dejas al niño en la guardería para reincorporarte al trabajo, cuando decides dejar de darle el pecho, el primer fin de semana que se lo quedan los abuelos para escaparte con tu pareja, si lo has apuntado a natación y se pasa toda la clase llorando, cuando insistes para que se acabe la cena y acaba vomitando, en el momento que te das por vencida y le dejas la tablet para que deje de llorar o cuando no puedes leerle un cuento porque tienes trabajo atrasado. En las acciones más tontas, el sentimiento de culpa se posa sobre la conciencia de la madre.

No importa que tu marido vaya cuatro días a la semana al gimnasio, que seas tú la única que se levante por las noches cada vez que el niño llora, que lo lleves y lo recojas del colegio todos los días, que solo tú seas capaz de encontrar su uniforme en el armario, que sobre ti recaiga la responsabilidad de la intendencia, no solo de la prole, sino de la familia entera. Eso al sentimiento de culpabilidad le da igual. La culpa no tiene en cuenta lo que haces por los niños, el estrés para llegar, las noches cada vez más cortas, los sacrificios ni el cansancio. Porque aunque quieras parecerte a Bree Van de Kamp, esa madre y esposa perfecta de ‘Mujeres desesperadas’, en el momento en que te despistes un solo segundo, el sentimiento de haber incumplido vuelve acecharte. Luchar contra una misma es agotador.

Publicado en Las Provincias el 19/5/2017

viernes, 12 de mayo de 2017

BLADE RUNNER 2049



Hay ciertas cosas que no deberían volver. Como las hombreras y la riñonera, los colores fosforescentes, las maletas sin ruedas, los sanjacobos o las gambas con gabardina. Probablemente alguna de ellas ni siquiera debería haber existido. Vivimos en un mundo que suple la falta de ideas con las segundas partes. Muchas no tienen explicación ¿Por qué en lugar de dejarlo cuando era el momento el cantante de los Guns N’ Roses tuvo que volver con ese look de jubilada alemana con sobrepeso de vacaciones en Benidorm borrando de un plumazo sus años de sex symbol. ¿Por qué Axl Rose con esas trencitas que se puso hace unos años derribó todo mi imaginario adolescente e hizo que renegara de adulta del hombre que protagonizó mis desvelos?

Dice Sabina en una de sus letras que donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Nunca la frase cobró mayor sentido que cuando volví hace unos meses a uno de esos sitios de El Carmen en el que empezaban muchas noches épicas. Las clotxinas, emblemas del lugar, que entonces me parecían caviar, hoy estaban recalentadas, secas y sin sabor. ¿Mi percepción de antes estaba distorsionada o la cosa ha ido degenerando con el tiempo? Prefiero pensar lo segundo. No, hay cosas, relaciones y lugares que no deberían intentarlo de nuevo. También películas. No quiero ver la secuela de Blade Runner. No quiero que el careto impertérrito de Ryan Gosling me arruine el recuerdo del personaje de Rick Deckard. No quiero que las persecuciones, los tiros y los efectos especiales que le presupongo a la secuela mancillen la memoria de la que fue una de las películas de mi vida. No quiero que me hijo vea las dos películas cuando tenga edad suficiente y prefiera la segunda a la primera. Rydley (aquí como productor ejecutivo), jamás te lo perdonaré.

Publicado en Las Provincias el 12/05/2017



viernes, 5 de mayo de 2017

EL TREN




Hasta hace poco, los aeropuertos me ponían de buen humor. Me daban igual las colas, las esperas, los retrasos o el striptease al que te someten al pasar por los arcos de seguridad. El aeropuerto era la casilla de salida, el equivalente moderno de los viejos puertos de donde zarpaban piratas y bucaneros, la primera viñeta de un libro que a mí siempre me parecía apasionante. Pero ya no. Ahora volar ya no es sinónimo de libertad sino de aborregamiento. El personal te trata cada vez peor, los asientos son más estrechos y la comida menos comestible.  Puede que sea yo, que me he aburguesado y ya no me parece divertido que la gente aplauda al aterrizar, pero ahora siempre que puedo, elijo tren o barco. Pierdes unas horas, pero ganas calidad de vida y te ahorras muchos cabreos.

Incluso en estos tiempos en los que la alta velocidad apenas deja que leamos un periódico entero entre Valencia y Madrid, aunque las estaciones ya no exhalen romanticismo y las huelgas de la plantilla sean algo habitual, el tren todavía sigue siendo el único medio que te permite soñar cuando vas a Barcelona o a Sevilla. Solo hay que acomodarse y mirar por la ventanilla para evocar esos primeros trenes de vapor que cruzaban el oeste americano,  recordar a Hércules Poirot y a los sospechosos pasajeros del asesinato del Orient Express e imaginar ese otro  ferrocarril en el que los destinos de dos personajes de Hitchcock se unen a través de una conversación inocente y macabra. En el tren aún tienes espacio para dejar en la bandeja del asiento un par de revistas, el libro, la tablet y no sentirte oprimida.  Como la conexión a internet es malísima, hay tiempo para leer y pensar. La comida es tan mediocre como la del avión, pero existe el vagón del silencio y eso, señores, no hay dinero que lo pague.

Publicado el 5/5/2017 en Las Provincias
 

viernes, 28 de abril de 2017

BECARIOS SIN ESTRELLA



El mundillo de los cocineros anda estos días revuelto a raíz de un artículo que desvela las duras condiciones laborales de los becarios que trabajan en los restaurantes Michelin de este país. Jornadas maratonianas, sueldo nulo o irrisorio y lo peor de todo, insultos y un trato denigrante por parte de sus superiores. Excepto por lo de los improperios, el resto no me parece tan ajeno. Las horas extras y los horarios sin fin son habituales entre los profesionales del periodismo.Seguir leyendo. 

viernes, 21 de abril de 2017

SUPERMERCADO ARENA


Foto: Fanpage Barrio de Benimaclet

No siento nada al conocer la noticia de la demolición de Arabesco. Nunca bailé ningún hit bajo sus focos, ni atravesé su pista buscando al chico que me gustaba ni salí al parking a acompañar a vomitar a una amiga bolinga.  Nunca estuve en la discoteca, así que no participo de la nostalgia de los que estos días desempolvan sus recuerdos de adolescencia ante la desaparición del edificio. Sin embargo, confieso que se me puso un nudo en la garganta al ver las fotos esta misma semana de lo queda del interior de Arena Auditorium. Seguir leyendo

jueves, 13 de abril de 2017

PELOS Y SEÑALES



Nos alegramos mucho cuando nos lo contó hace un mes.  Después de una separación turbulenta hace cinco años en los que tuvo algún escarceo puntual e irrelevante, nuestra amiga Ana no había vuelto a enamorarse. Así que el otro día, cuando nos anunció en el grupo de Whatsapp que a través de una de esas aplicaciones de ligar había conocido a un tío estupendo y la cosa había empezado a rodar, el resto de amigas lo celebramos y le pedimos que nos mandara foto. No nos esperábamos aquello. La imagen de un tipo alto y musculado con presencia poderosa, mirada penetrante y esa mandíbula marcada que tienen los hombres que irradian firmeza. Tenía cara de bruto. Seguir leyendo. 


viernes, 31 de marzo de 2017

LA HORA DEL BOTOX



En la vida de toda mujer llega un día en el que se lo plantea. Sobre todo si, por casualidad, acaba de hojear el Hola y aparece en portada Isabel Preysler, esa mujer que, al menos sobre el papel, parece más joven que su hija Tamara. La tentación de hacerse algún retoque sobrevuela a aquellas que nos acercamos a los 40, una edad que no sé por qué, pero aterra. Hasta las que siempre apostamos por la naturalidad, las que preferimos dormir media hora más a levantarnos para secarnos el pelo, las que tenemos muchas más zapatillas que tacones y nunca nos hemos gastado más de 30 euros en una crema, lo hemos pensado alguna vez. Nuestra amiga María, argentina, 39 años y la misma cara de niña de siempre nos contaba el viernes pasado en una cena su primera experiencia con el botox. “Super recomendable, chicas. Me veía reguapa”, decía mientras ensalzaba los efectos del líquido paralizante.

El resto de amigas la observábamos detenidamente tratando de encontrar en su rostro las razones que nos impulsen a llamar a la clínica o a desterrar la idea. De momento, el miedo a terminar como una muñeca de porcelana a lo Nicole Kidman se impone al deseo de detener el tiempo en nuestras caras. Ese temor a parecer un fantoche es el principal motivo que nos aleja a muchas del reclamo de la toxina botulínica, pero luego empiezas a pensar y hay muchos más. Los viajes, los libros, una cena en un gran restaurante con tu chico, los hijos, las series que todavía tienes pendientes, el deporte, las excursiones por la montaña, ese grupo de música que vas a ver este verano… Al final hay que elegir y prefieres invertir tu tiempo y tu dinero en cosas que en lugar de borrar el paso del tiempo, lo fijen y en vez de disimular las líneas de expresión, las acentúen. Las de alegría, claro.

Publicado en Las Provincias el 31/3/2017



viernes, 24 de marzo de 2017

POESÍA ERES TÚ



Pienso en la poesía como en un antiguo novio del que estuve enamorada hace dos mil años, pero del que apenas recuerdo ya nada. La poesía apareció pronto en mi vida en forma de unos versos de Lorca que mi abuela Lola me enseñó de bien pequeña. “El lagarto está llorando, la lagarta está llorando…”. Después de eso, mi abuela, que había depositado demasiada fe en el interés poético de su nieta, me regaló varios libros que apenas abrí. Leer más.  


miércoles, 15 de marzo de 2017

OCUPAR LA CALLE

Foto: fallas.com

Me decía un amigo que profesa odio visceral a las fallas que en ninguna ciudad de España pasa lo que aquí estos días, la ciudad “se abre de piernas”, me dijo gráficamente, indignado porque desde hacía un par de semanas tenía dificultad para sacar el coche del garaje y acceder a su vivienda. Entiendo su cabreo, y sin embargo, es esa apropiación de la calle y los espacios públicos lo que a mí más me gusta de las Fallas. Supongo que porque no me toca sufrirlo de cerca. Los monumentos falleros han sido relegados casi al último puesto en lo que a ocupación del espacio se refiere. Las carpas, las zonas de fuegos, las casetas de churros, los mercadillos en torno a las zonas de más afluencia y los diferentes pasacalles se hacen dueños efímeros del entramado urbano. Leer más. 

viernes, 10 de marzo de 2017

SALVAJEMENTE LIBRE



Si tuviera una niña en lugar de un niño, la animaría a jugar con pelotas y coches, a subirse a los árboles y a mancharse el vestido de barro. Si en lugar del cromosoma Y, el azar hubiese elegido el X, su habitación seguiría siendo gris y blanca, le leería los mismos cuentos de orugas y astronautas y no le obligaría a comer lo que no quisiera. Si tuviera una hija en lugar de un hijo, habría muchas cosas en mi manera de educarla que no cambiaría respecto a lo que ahora hago con un niño. Pero desde luego, habría otras que sí. Me esforzaría en enseñarle, además de a ser buena persona, a ser fuerte y valiente, adjetivos que han estado reservados a nuestros compañeros varones. Pero por encima de todo, trataría de que fuese una persona independiente. Intentaría hacerle comprender la importancia de valerse por sí misma. Le mostraría que es la única forma de llegar a ser salvajemente libre.


En el plano económico, para que pudiese elegir, en el intelectual para que se formase sus propias opiniones y en el emocional para que no se pasase la vida buscando a esa otra parte sin la que, como nos vendieron, no podías sentirte plena. Le enseñaría a aceptar responsabilidades. Sin ellas, las mujeres no lograremos avanzar.  A defender sus ideas y a no aguantar injusticias. Incidiría en que deben resbalarle las críticas si decide llevar una vida alejada de lo que se espera de ella. Le diría cada 8 de marzo que se atreva a reivindicar más medidas contra la discriminación porque aunque crea que tiene los mismos privilegios que sus amigos, se irá dando cuenta con el paso de los años que no es así.  Si en lugar de un niño, tuviera una niña, procuraría enseñarle todo esto, pero como tengo un niño y lo va a tener más fácil, me centraré en repetirle que todos, hombres y mujeres somos iguales. 

Publicado en Las Provincias el 10/03/17

viernes, 3 de marzo de 2017

CHICAS FÁCILES



Me gustan las chicas fáciles. Las mujeres que tratan de hacer simple lo cotidiano, las que contestan con una sonrisa y están siempre dispuestas a ayudarte aunque tu problema ni siquiera les roce. Esas chicas que se preocupan por las cosas que de verdad importan, las que no ven fantasmas a cada paso, aquellas que relativizan, las que pasan de gilipolleces. Mujeres que saben que a veces es mejor no decir lo que piensan porque la sinceridad muchas veces hiere. Son personas que se adaptan. Seguir leyendo. 

viernes, 17 de febrero de 2017

¿QUÉ ES ESO?



Escucho esta pregunta a lo largo del días docenas de veces, aunque con la voz a medio hacer de mi hijo y su aún precaria forma de expresarse suena más a un “¿Quesh essho?”. Lejos de incomodarme por su insistencia, me provoca una ternura desbordante.  Nos interroga a mí y a su padre sobre la existencia de cualquier cosa anodina para nosotros pero repleta de sentido en su universo en miniatura. El patito de goma de su bañera, el charco de barro donde se revuelca Peppa Pig, cada coche que pasa por la calle o las hojas de los árboles en el parque. Leer más

EL ARTE DE ENSEÑAR

Foto: Mikel Ponce

Cuando has acudido a muchas comparecencias públicas, bien sea por inquietud intelectual, asistiendo a cursos, debates y conferencias o bien debido a tu actividad profesional, uno aprende rápido a distinguir quien se dirige al público porque no le queda más remedio y quien disfruta enfrentándose al auditorio. En el primer caso están los políticos, en cuyo ejercicio viene implícito hablarles a los ciudadanos y a los medios de comunicación, a pesar de que en ocasiones sus capacidades para ello sean nulas. En el otro extremo están los profesores, algunos profesionales de la comunicación y algún que otro escritor. Respeto a cualquier persona que, con un discurso coherente, salga a la palestra a defender sus tesis, aunque naturalmente prefiero al segundo grupo que al primero. A lo largo de mi vida he escuchado a mucha gente haciendo declaraciones, dando discursos o tratando de explicarse.


Algunos dominaban la materia, pero no el escenario; otros dialécticamente eran excepcionales pero sus teorías se apoyaban sobre palillos. Pocas veces se conjugan ambas facultades. Cuando eso ocurre, una se queda obnubilada escuchando ese ejemplar en vías de extinción. Me pasó el lunes pasado con el escritor y ex columnista de LAS PROVINCIAS Santiago Posteguillo que dio una charla en el Club de Encuentro Manuel Broseta. Posteguillo ofreció una lección magistral donde combinaba un conocimiento absoluto sobre historia y literatura con un ejercicio brillante de dialéctica. El escritor valenciano es una de esas personas que consigue despertar la curiosidad en el oyente. Eso, para un profesor debe ser lo más (él lo es). Salí de allí desenado matricularme en filología inglesa en la UJI para poder seguir escuchándole. De momento tendré que conformarme con leer la última trilogía de Trajano.  

Publicado en Las Provincias el 17/2/2017

jueves, 9 de febrero de 2017

DENTRO DE LA BIBLIOTECA

Biblioteca Escuelas Pías, Lavapiés (Madrid)

Las bibliotecas me serenan. Algunas personas sienten paz entre los muros de una iglesia, otras experimentan euforia en las gradas de un estadio, yo, en silencio y entre libros me siento tranquila. Incluso en la biblioteca desde donde escribo estas líneas, una biblioteca moderna y sin gracia, con escasa luz natural y unas paredes color amarillo maíz y rosa claro que si las miras más de tres segundos te entran ganas de arrancarte los ojos, hasta en ese entorno hostil, me encuentro bien. Leer más. 

viernes, 3 de febrero de 2017

MATERNIDAD "DE VERDAD"



Revelarle al mundo lo duro que es ser madre se ha puesto de moda. El turno le ha tocado ahora a Samanta Villar, que publica libro explicando las dificultades de lo que supone la crianza. No es nada nuevo. Cada pocos años alguna periodista escribe un libro explicando su visión no idealizada sobre la maternidad con títulos recurrentes. Todo lo que no te contaron sobre ser madre. La maternidad contada “de verdad”. Seguir leyendo

viernes, 27 de enero de 2017

UN MUNDO PERFECTO

A los bancos de imágenes les encantan los colores pastel

Llevo varios días inmersa en la difícil tarea de buscar fotos en un banco de imágenes con una única premisa, que las fotos no parezca que vienen de un banco de imágenes. Por si algún lector lo desconoce, los bancos de imágenes son inmensos catálogos de fotografías online en los que uno puede descargar fotos y utilizarlas con fines comerciales tras pagar una cantidad (también las hay gratuitas). Fíjense la próxima vez que por la calle les repartan un folleto informativo de una clínica dental, de una residencia de ancianos o de una promoción de viviendas. Probablemente la foto que les acompaña es una de estas imágenes. Las reconocerán porque todos sonríen mucho, las chicas son el arquetipo de la raza aria, los niños parecen androides (ni una arruga, ni un pelo fuera del sitio) y sus poses son la antinaturalidad hecha retrato.

En ese mundo ideal, si buscas madres haciendo los deberes con sus hijos, aparecen señoritas relajadas y felices en lugar de nerviosas y exhaustas a juzgar por sus expresiones; si lo que quieres ilustrar es una familia cocinando con sus hijos, no verás una mancha de harina, un cacharro sucio, un poco de desorden, sino una cocina inmaculada; si tu objetivo es encontrar fotos para una barbacoa, te toparás con un grupo de adolescentes risueños rodeando una parrilla que parece no desprender ningún olor. Son esas imágenes asépticas de un mundo diseñado por Mr. Wonderful las que cada día engulle nuestro cerebro de manera inconsciente hasta creer que eso es lo natural. No lo es. La imperfección y la incorreción son reales. Duden, desconfíen, cuestiónense todo y la próxima vez que lean cualquier publicidad, recuerden, esa sonrisa está retocada con photoshop y los abuelitos de la residencia no son tan felices como los de la foto.  

Publicado en Las Provincias el 27/1/17

viernes, 20 de enero de 2017

BÚSCATE LA VIDA



No sé si los jóvenes de hoy la siguen utilizando, pero en mi adolescencia gastábamos mucho aquella expresión de “Si hago tal cosa, mis padres me desheredan”. Tal cosa tenía que ver siempre con algún chico que no era bien recibido en el seno paterno o con el deseo de votar a una opción política contraría a la ideología familiar. Estoy segura de que llegado el caso, nuestros padres no nos hubiesen retirado ese derecho. Aunque nos hubiésemos enamorado del más cretino, aunque hubiésemos militado en Podemos o en VOX o nos hubiésemos convertido a otra religión. Leer más



viernes, 13 de enero de 2017

LA FELICIDAD DEL FAN



Muchos lo intuíamos, pero ahora la ciencia lo confirma. Los espectadores de series y películas de televisión somos más felices que aquellos que no lo son. Lo ha demostrado un estudio de la Universidad Loyola Andalucía en el que han participado mil personas de entre 18 y 46 años. No es que nuestra condición de fans necesite ninguna justificación que respalde nuestra devoción por ciertos productos audiovisuales de ficción, pero está bien pensar que las horas invertidas frente a la tele tienen consecuencias positivas en nuestra existencia. Me quedo más tranquila sabiendo que aquel domingo que no salí de casa en todo el día viendo los doce capítulos de la segunda temporada de ‘Deadwood’, uno detrás de otro, desarrollé, según el estudio, “fortalezas humanas asociadas a virtudes como la sabiduría y el coraje”.  Seguir leyendo.


viernes, 6 de enero de 2017

SUEÑO CUMPLIDO



Como a muchos de ustedes, la música de la familia Strauss acompañó durante buena parte de mi adolescencia los resacosos despertares del 1 de enero. Aturdida aún por las secuelas de la noche anterior, desde la cama escuchaba los valses, polkas y marchas que emitía la televisión. El volumen bien alto, aunque solo hiciese unas horas que me había acostado. Mis padres eran muy benévolos en lo que a mis salidas nocturnas se refería, pero ese día no había piedad. A pesar de no ser grandes melómanos, era tradición escuchar el concierto de año nuevo en casa. Mi padre tarareaba, mi madre entusiasmada daba palmas con la marcha Radetzky. Así se iniciaba el año, con música, alegría y la delirante fantasía de mi madre de asistir alguna vez a verlo en directo. Leer más.


Publicado en Las Provincias el 6/1/2017