viernes, 28 de diciembre de 2012

DECEPCIONANTE 'HOMELAND'


Los seis premios conseguidos en la pasada edición de los Emmy y el hecho de que destronara a ‘Mad Men’ en estos galardones que reconocen los mejores productos televisivos en Estados Unidos hizo que me picara la curiosidad.  Comencé a ver ‘Homeland’ alentada por las recomendaciones de amigos de cuyo criterio seriéfilo me fío. He llegado al ecuador de la primera temporada, y a pesar de algún momento álgido muy puntual, la serie no me convence en absoluto. Más allá del hecho de que aborde un tema tan complejo y espinoso como es el terrorismo y la guerra de Irak, no encuentro verosimilitud en ninguna de las historias que narra. La agente de la CIA Carrie Mathison no consigue acercarse ni de lejos al detective Vic Mackey de ‘The Shield’ en cuanto a chanchullos y maldades varias. Lo que hacía él sí que era rebasar todos los límites legales y morales sobre la faz de la tierra.  



A los personajes de ‘Homeland’ les falta algo, quizá un poco de esa complejidad que desbordan los protagonistas de la sublime ‘Mad Men’.   Y desde luego, nunca, jamás, ninguno de los actores de esta serie le llegará a la suela del zapato a  Bryan Cranston y a su magistral interpretación de un profesor de química desesperado por salvar a su familia en la soberbia ‘Breaking Bad’. La considerada como serie del año tampoco me traslada hasta esa atmósfera fangosa y pestífera que destila  ‘Deadwood desde el minuto uno ni tampoco consigue que me adentre en esa trama asfixiante aderezada con humor negro con que llenaba mis noches la familia Fisher en ‘A dos metros bajo tierra’.  A pesar de todo seguiré viéndola, por si me da una sorpresa, aunque hace tiempo que dejé de creer en los milagros navideños. 




Publicado en Las Provincias el 28/12/2012

viernes, 21 de diciembre de 2012

COBARDES E INHUMANOS


Yo también fui parte de un ERE hace algunos años. No nos pagaron los últimos tres meses, en ese tiempo el responsable de la empresa nunca tuvo el decoro ni los huevos de explicarnos que estaba pasando. Una vez, hartos de no saber, un grupo de veinte trabajadores le abordamos en la entrada para preguntarle, con la educación de la que él carecía, cuál era la situación. Nos dio una excusa y se largó en su cochazo. Más tarde, su secretaria nos reunió para echarnos la bronca por nuestro comportamiento y decirnos en pocas palabras que le habíamos acosado. Hay que tener cara. Al poco, trincó la pasta con la que podían habernos pagado la deuda y se marchó. Hoy creo que ocupa un alto cargo en una televisión autonómica de Castilla y León.


Ni las empresas ni los empresarios se han distinguido nunca por su sensibilidad o cuidado hacia sus trabajadores. Me refiero sobre todo a las compañías grandes.  A medida que aumenta el tamaño de la empresa,  disminuye la importancia del empleado.  Si la institución es además pública, olvídese de que alguien afronte los marrones. A los trabajadores de Radio 9 afectados por un eterno ERE les han comunicado sus despidos esta semana a través de un goteo de mails que fueron recibiendo en un intervalo de cinco horas. La madre de una gran amiga,  después de estar 30 años al frente de una oficina de uno de los Bancos valencianos que han hundido sus directivos, recibió también un mail diez minutos antes de acabar su jornada laboral comunicándole que no volviera el lunes. La tecnología sustituye el trato humano, intenta disimular la cobardía y esconder la responsabilidad de esa gentuza de guante blanco que ha demostrado ser aún más inhumana que cualquier máquina. 


Publicado en Las Provincias el 21/12/2012


viernes, 14 de diciembre de 2012

CONCIERTOS Y DESCONCIERTOS


El espíritu golfo se tiene o no se tiene. Ese impulso que te escupe de la calidez del hogar al caer la noche y te lanza hacia el asfalto a vagabundear como gato callejero no admite medias tintas. Si no eres un noctámbulo convencido, puede que desparrames más de la cuenta en una época de tu vida en la que una situación económica boyante o un dilatado periodo de soltería te lo permiten, pero cuando te bajen el sueldo o te vuelvan a echar el lazo, tus salidas de nuevo se reducirán a casa de los suegros y al cine una vez al mes. Los que aún conservamos el alma noctívaga, hemos tenido que afrontar que una vez traspasada la frontera de los treinta, es casi imposible encontrar un garito con música decente en el que no te rodee una horda de adolescentes borrachos manoseándose o a punto de vomitar.
Por eso, llegada cierta edad, la mejor excusa para salir de casa sin perder la dignidad es sin duda ir a un concierto. Las discotecas nunca fueron santo de mi devoción y los locales de moda para maduritos me dan nauseas, así que salir a ver un concierto es el refugio perfecto, la tabla salvavidas a la que agarrarse cuando el gusanillo parrandero aprieta. Los conciertos son para los treintañeros lo que las fiestas de los jueves para los universitarios. En un concierto no hay nadie demasiado joven ni demasiado mayor. La música en directo une y hace que por unas horas, todo el mundo cante en perfecta comunión y se contonee ante los mismos acordes. Lo bueno además, es que una vez acabada la actuación, si te vas pronto a casa no tienes sentimiento de perdedor, pero si vuelves a horas intempestivas tampoco hay pizca de remordimiento. Todo sea por el arte y la cultura. 



Publicado en Las Provincias en 14/12/2012

domingo, 9 de diciembre de 2012

LA PRUEBA DE LA NEVERA


La nevera, ese electrodoméstico aparentemente anodino que reina en nuestra cocina, puede llegar a decir muchas cosas de uno.  Incluso la gente que odia cocinar y sobrevive a base de pizzas congeladas, necesita el frigorífico para guardar los pocos víveres que les permitan subsistir. Uno puede hacerse una idea bastante aproximada de cómo es una persona al examinar lo que esconde el interior del aparato. Al abrir la aséptica puerta que divide el mundo normal del mundo refrigerado, la lucecilla encargada de iluminar los alimentos cual astro rey, ofrece un reflejo fidedigno de nuestro estilo de vida,  de nuestra capacidad económica y de nuestras manías. Tengo una amiga que cada vez que tiene nuevo ligue, se dedica a espiar su nevera y no suele errar en su veredicto. “Esto no tiene ningún futuro. Sólo pechugas de pollo, zumos sin azúcar y brotes de soja”, me dijo la última vez.

Según su clasificación, si el interior está habitado solamente por cervezas, vino,  tónicas y un trozo de queso caducado, probablemente no funcione porque es demasiado golfo;  pero si no hay nada de alcohol, tampoco le acaba de convencer por considerarlo demasiado serio;  si está repleta de tuppers de su madre, debe ser un niño mimado y tendría que aguantar a una suegra insoportable; si está llena de comida, debe ser un tragón y como ella también es de buen comer, prefiere dejarlo antes de ponerse como una foca; si por el contrario hay eco en su nevera, cree que le importa muy poco el nido y no será un buen compañero si la cosa prospera.  Según mi amiga, la nevera perfecta no existe, pero ella sigue buscando alguna que por lo menos se aproxime a su ideal de frigorías.   Sigue soltera, por si había alguna duda.  


Publicado en Las Provincias el 7/12/12

viernes, 30 de noviembre de 2012

LA RAMBLETA


No es lo mismo ver una representación de Rigoletto en el auditorio de tu pueblo que en la Scala de Milán, tampoco se disfruta igual un partido de fútbol en un campo de Tercera Regional que en el Camp Nou y aunque en el bar de la esquina hagan unas clóchinas de muerte, el mismo plato de moluscos sabe mejor en un restaurante con encanto. No es garantía de nada, pero los lugares que envuelven las vivencias son importantes. En Valencia, desde principios de año, tenemos un nuevo espacio de ocio en el que el éxito está casi asegurado.  Responde al nombre de La Rambleta y aconsejo a quien no lo haya visitado que se pase por allí para constatar que se pueden hacer las cosas bien. Reconozcamos que en materia cultural, aunque algo hemos avanzado, esta urbe todavía destila cierto provincianismo y escasean las propuestas atractivas. Este centro, con su arquitectura singular y su ubicación alejada del centro, parece querer llenar ese hueco.



El controvertido binomio de propiedad pública, pero gestión privada parece funcionar en este cubo de siete plantas que acoge salas polivalentes para conciertos, teatro, exposiciones, presentaciones, cursos y saraos nocturnos. He estado tres veces en los últimos meses y puedo afirmar que la acústica de la sala principal es espectacular. Pero además de un bonito esqueleto, la oferta que ofrece está acorde con su infraestructura. El alma de este espacio son las propuestas culturales por las que ha apostado, arriesgadas y alternativas sin caer en el elitismo. Por poner alguna pega, la marca de cerveza que sirven es de las que menos me gusta y la barra se desborda en horas punta. Ahora que escasea el pan, al menos que nos dejen el circo, pero que sea circo del bueno. 



Publicado en Las Provincias el 30/11/2012

viernes, 23 de noviembre de 2012

RADIOGRAFÍA DE UN HIPSTER


  

Primero fueron los mods y los beats, más tarde los hippies, luego los punkis, a los que sucedieron rockers, heavys, yuppies, grunges, indies y emos.  Ahora, la tribu de moda son los hipsters.  Es fácil reconocerlos. Los hipsters masculinos se identifican por una barba desaliñada de varios meses, a lo Bin Laden, gafas de pasta con toque retro, y pelo despeinado, con flequillo hacia adelante, a poder ser que les tape media cara. Si eres calvo, no puedes ser hipster. Ellas suelen ser menos reconocibles, aunque también comparten gusto por las gafas de vista de carey tamaño XL, corte de pelo casual pero moderno y labios rojos.  Su medio natural son los conciertos, los festivales de música y cualquier fiesta o evento alternativos.  Entre sus filas abundan los diseñadores, bloggers, artistas o disc jockeys a tiempo parcial.





El hipsterismo se caracteriza aparentemente por un estilo de vida alejado de las corrientes predominantes, aunque la mayoría son fieles seguidores de Apple y el  iPad se ha convertido en su segunda piel. Tienen una activa vida digital. Los podrás encontrar en Twitter, Instagram y Tumblr. Son consumidores de cultura alternativa y conocen al dedillo las últimas tendencias. Ven cine independiente, aman a Wes Anderson, y son fans de las series de moda como MadMen o The Big Band Theory. Se desplazan en bicicleta y muchos de ellos son vegetarianos, veganos o macrobióticos. Pasan de la política aunque participaron en el movimiento del 15-M, del que salieron desencantados.  Reniegan de pertenecer a una tribu, pero precisamente por esa misma obsesión han acabado perteneciendo a lo que más odian,  una moda pasajera. Como todas. 


Publicado en Las Provincias el 23/11/2012

viernes, 16 de noviembre de 2012

QUIERO SER AMA DE CASA


Celebrábamos el 35 cumpleaños de mi amiga María. De las catorce mujeres que éramos, sólo una de ellas y yo no tenemos hijos. En estos encuentros, aunque las recién estrenadas madres intenten lo contrario, la conversación siempre acaba derivando hacia su nueva condición de progenitoras. Estaba sentada entre dos amigas, dos buenas profesionales del derecho y el diseño gráfico, que en la actualidad se encuentran terminando su baja por maternidad. En un momento de la noche, una de ellas comentó lo a gusto que se sentía dedicando su tiempo a su pequeña y a su hogar. “Ser ama de casa mola. Eso que nos vendieron nuestras madres de que dedicarte a la casa era muy duro es mentira. Yo no quiero volver a trabajar” decía con total convicción. Mi otra amiga lo reafirmó. “Por primera vez en mi vida estoy totalmente relajada. Me encanta ser ama de casa y no pienso volver al trabajo si no es estrictamente necesario”.  Yo no daba crédito.



Tantos años de lucha feminista por la igualdad y los derechos de la mujer, reducidos a la simple aspiración de convertirse en la pluscuamperfecta Bree Van de Camp de Mujeres Desesperadas. Entiendo que mis amigas quieren disfrutar de sus hijos en esta etapa y comprendo, por lo que cuentan, lo cansado que debe resultar trabajar ocho horas en la oficina y ocuparte de un bebé el resto de tiempo. Pero ¿Y la independencia? (la económica y la vital) ¿Y el hecho de que tu mente no quede atrofiada después de pasarte todo el día viendo Pocoyó?  En fin, cada una se siente realizada de una forma, pero espero que la decisión de mis amigas de dedicarse a sus labores sea cosa de la enajenación maternal transitoria. Ay, si Clara Campoamor levantara la cabeza... 



Publicado en Las Provincias el 16/11/12

viernes, 9 de noviembre de 2012

YONQUI DE LOS TAPONES


Los que dormimos con tapones para los oídos,  conocemos de sobra la dependencia que generan y lo indispensables que llegan a ser. La amiga que me introdujo en esta costumbre durante unas Fallas en las que no pegué ojo, tiene en su casa dos botes de 500 tapones cada uno. Harta de peregrinar por las farmacias en busca de su marca favorita, contactó con el distribuidor y terminó comprando al por mayor. Incluso después de levantarse, se olvida que los lleva y pueden pasar dos o tres horas hasta que vuelve al mundanal ruido.

Esta es la mejor  marca de tapones según mi amiga. Los has probado todos. 


Esta misma amiga se ha enamorado recientemente. Me contaba, con profundas ojeras pero con ese brillo en la mirada que provoca la pasión inicial, que le daba vergüenza confesarle a su nuevo ligue el hábito que practica antes de acostarse. Sobre todo, porque después de unas cuantas puestas, los tapones adquieren un colorcillo mostoso no demasiado agradable a la vista. Cada vez que pasan la noche juntos, además de las horas que le roban al sueño explorando la nueva geografía corporal, mi amiga se queda prácticamente sin dormir. A él por lo visto le pasa lo mismo, pero ella lo atribuye a la agitación amatoria. El otro día me la volví a encontrar. Tenía mucha mejor cara. Le pregunté si ya había solucionado su pequeño problema y me contó aliviada que sí, y que además su compañero no solo comparte con ella su hábito auditivo dese hace años, sino que además duerme con antifaz.   De ahí la vigilia que también padecía y que tampoco se atrevía a revelar.  Los principios de las relaciones son siempre excitantes,  palpitantes y electrizantes, pero cuando se pasa a la segunda fase, qué bien sienta la confianza que te permite ponerte el  pijama con agujeros y dormir a pierna suelta. 


Audrey Hepburn también dormía con tapones y antifaz en "Desayuno con diamantes" y seguía teniendo glamour. 

Publicado en Las Provincias el 09/11/2012


viernes, 2 de noviembre de 2012

NO ME LO CREO


Leo una noticia publicada estos días acerca de las profesiones que reportan más felicidad en nuestro país. Al parecer, veterinarios, médicos, arquitectos y peluqueros encabezan el ranking de profesionales más satisfechos. Pienso en amigos o allegados que detentan estas profesiones para evaluar si se ajustan o no a la encuesta.  Todos los médicos, arquitectos y algún veterinario que conozco están en el paro, tienen un contrato basura, están a punto de perder su empleo o han emigrado. Decididamente no encajan en esa supuesta felicidad. Me pregunto qué lugar de la lista nos corresponde a los periodistas y cuál es mi sorpresa al leer que ocupamos el quinto puesto en alegría laboral. No me lo creo.   



Me voy a la fuente para asegurarme de que la encuesta no se elaboró hace cuatro años, antes de que comenzara la crisis, y mi asombro va en aumento al confirmar que los datos corresponden a 2012. Sigo sin creérmelo. Imposible que hayan respondido que se sienten satisfechos los miles de periodistas cuyo puesto pende ahora mismo de un ERE, los que están cobrando una miseria o los que han tenido que reciclarse en otras labores alejadas de esta profesión, tan maravillosa como ingrata. Quizá los periodistas que contestaron a la encuesta fueron Matías Prats, Gemma Nierga y Sara Cabornero. Cerrando la lista, con las profesiones menos felices están los economistas. Eso sí que me lo creo. Tantos años de estudios para acabar dándose cuenta de que les han tomado el pelo y que es todo una mentira. Echo de menos a los políticos. No aparecen en esta clasificación del buenrollismo. ¿Será que no quieren restregarnos su elevado nivel de felicidad o es que ni si siquiera se les considera una profesión? 


Publicado en Las Provincias el 02/11/2012

viernes, 26 de octubre de 2012

CON FALTAS Y A LO LOCO


Es innegable que la comunicación digital, entre otras muchas utilidades, ha supuesto un antes y después a la hora de ligar. Los de mi generación recordamos el mal trago que se pasaba al llamar a casa de la otra persona y que contestara la voz amenazante de alguno de los progenitores. Con los teléfonos móviles, ese trance desapareció y el camino se fue allanando. Llegaron los SMS, y todo lo que nunca te atreviste a decirle en persona, era mucho más fácil en 160 caracteres. El Messenger fue otro de los grandes hitos a la hora de flirtear. Horas chateando sin gastarte un duro y sin límite de espacio. Apareció Facebook, Twitter y el WhatsApp, una verdadera revolución para expertos en el arte de la seducción que ha facilitado el inicio de innumerables relaciones y posteriores consumaciones.



Sin embargo, este tipo de comunicación es también un arma de doble filo. Con la eclosión de la expresión escrita, emergió una lacra que afecta a gran parte de la sociedad y que hasta ese momento estaba agazapada: las faltas de ortografía. Cuando en épocas de soltería, un chico intentaba un acercamiento vía mensaje, yo dejaba de mostrar interés automáticamente si este escribía dos faltas. Como en el examen de conducir, la primera vez la consideraba leve y podía dejarla correr, pero a la segunda, era suspenso seguro. Había una excepción. Si el susodicho escribía una sola vez “Haber si nos vemos pronto”,  en lugar de “A ver”, eso suponía tarjeta roja y expulsión definitiva de cualquier posible romance. Pensándolo bien,  las redes sociales son una excelente selección natural para ahorrar tiempo ante primeras citas, y las faltas de ortografía, un eficaz método anticonceptivo





Publicado en Las Provincias el 26/10/2012

viernes, 19 de octubre de 2012

LA CULPA ES DE LOS PADRES


Mientras mis amigas se dedican a preparar biberones, cambiar pañales, ir al pediatra y tratar de dormir a sus retoños, yo me enfrento desde hace tiempo a lo que podría llamarse la edad del pavo perruna. Aquel dócil cachorro que llevaba en mis brazos hace dos años se ha convertido en una bestia parda de 30 kilos que consume todas mis energías.  Dicen que las mascotas acaban pareciéndose a sus amos. Mi perro es hiperactivo, ansioso, pasota e independiente. De alguien lo habrá heredado. Después de que este verano decidiera explorar él solo la playa aterrorizando a familias enteras y que la Guardia Civil me lo devolviese sano y salvo, sin multa, pero con una severa reprimenda, decidí que debía hacer algo al respecto. Mi amiga Macarena me recomendó que lo llevara a Agility, actividad en la que el amo va guiando al perro mientras este hace un recorrido superando una serie de obstáculos.
Después de unas cuantas clases individuales, el sábado pasado Blues y yo tuvimos nuestra primera clase en grupo.  Cómo conozco sus antecedentes, ya iba predispuesta a hacer el ridículo como madre y educadora fracasada. Nos pusimos en círculo y, tal y como me temía, mientras todos los perros obedecían las órdenes de sus dueños,  el mío intentó montar a otro macho con el cuál tuvo un conato de pelea, y se dedicó a revolucionar al gallinero, persiguiendo al resto de la manada. Ni siquiera los tacos panceta que le llevé como cebo sirvieron para que me prestara atención. Como se suele decir, la culpa es de los padres. Lejos de desanimarme, desde entonces he redoblado mis esfuerzos. No creo que logre que sea el empollón de la clase, pero al menos, intentaré que no se convierta en el pandillero.  







Publicado en Las Provincias el 19/10/2012

viernes, 12 de octubre de 2012

LAS GANAS


Siempre he sido una deportista esporádica. Me gusta el deporte por aquello de liberar tensiones y despejar el coco, pero nunca he sentido el gusanillo de la competición y no recuerdo ir al gimnasio más de cuatro meses seguidos. Quizá por eso, hace unos años empecé a aficionarme a salir a correr. Barato, sin horarios, con pocas lesiones y al aire libre. Entonces todavía no existía el boom que hay ahora con esta práctica y lo único que necesitabas era una camiseta de propaganda y unas zapatillas viejas.
Los deportes no escapan a las modas. Primero fue el Aerobic, después el Spinning y más tarde el Pilates. Ahora, lo último es salir correr. Con la eclosión de este deporte llegaron también los accesorios indispensables. Lo primero, unas zapatillas adecuadas de running, con el consiguiente coste que supone este tipo de calzado. A continuación, un sujetador especial deportivo para contrarrestar los botes e impedir que se descuelgue esa preciada parte de tu cuerpo. Imposible salir sin música, el mp3 es vital, y el cachivache para sujetarlo en el brazo necesario. No hay que olvidar el pulsómetro, no vaya a ser que nos excedamos en el ritmo y caigamos fulminados. Y por supuesto, el podómetro, que mis amigas me regalaron hace justo un año por mi cumpleaños y que todavía estoy intentado averiguar como funciona.  Antes estabas listas en un minuto, ahora la preparación para salir a correr me resulta agotadora y si te agencias todo el equipamiento, te sale por un ojo.  Se ha desvirtuado la pureza de un ejercicio sencillo, pero no se dejen engañar, ninguna marca deportiva ni ningún gadget de última generación conseguirán darnos nunca lo único que se necesita para practicarlo: las ganas


 Publicado en Las Provincias el 12 de Octubre de 2012

viernes, 5 de octubre de 2012

EL GRAN CARNAVAL



Me sentí un poco imbécil el pasado domingo. Lo que prometía ser una estampa irrepetible y unas fotos para enseñar a los nietos derivó en una especie de avalancha dominguera que desvirtuó por completo mi idea inicial. La furia de la tormenta de días previos nos dejó una imagen propia de una superproducción hollywoodiense y dos enormes buques a tan solo 40 metros de la orilla daban fe de que la fuerza de la naturaleza es implacable. Quise verlo en vivo, sin caer en la cuenta de que miles de personas habían pensado lo mismo. Tardamos una hora en recorrer los escasos 12 kilómetros que separan la ciudad de la playa. Después de dejar el coche prácticamente encima de un pino, nos dirigimos hacia los barcos en una suerte de romería en la que familias enteras con carritos, abuelas, abuelos y mascotas comentaban la jugada. Dados los comentarios, parecía que todos los allí presentes eran ingenieros aeronáuticos y tenían la solución para devolver los mastodontes flotantes a sus profundas aguas.

Foto de Elperiodico.com


La escena me recordó a esa gran peli de Billy Wilder llamada El Gran Carnaval en el que Kirk Douglas encarna a un periodista sin escrúpulos que, ávido por escribir la noticia de su vida, hace lo posible para alargar el rescate de un hombre atrapado en una mina. Miles de visitantes y turistas se acercan hasta allí desde todos los puntos del país para seguir de cerca el suceso que termina convirtiéndose en un circo, con atracciones feriales y puestos de comida incluidos.  En la playa de El Saler sólo faltaba que se cobrara entrada y se vendieran suvenires. Es la cultura del espectáculo, esa que hace que una charla de un filósofo esté medio vacía y en un partido de fútbol no quepa un alfiler. Pasen y vean. 

Publicado en Las Provincias el 5/10/2012

viernes, 28 de septiembre de 2012

LOS BANCOS BUENOS


Hoy quiero romper una lanza a favor de los bancos, ahora que tan denostado se encuentra este término. Ni loca defendería a esas empresas que guardan nuestro dinero para invertirlo en inmuebles o valores  fantasma bajo el beneplácito de directivos y gobernantes que se han forrado a nuestra costa metiéndonos en este agujero. Los bancos de los que quiero hablar son a los que se refiere la RAE en su primera acepción, esto es, asiento, con respaldo o sin él, en que pueden sentarse varias personas.  Son los bancos buenos, esos que se encuentran en los parques, en una tranquila plaza o en un paseo frente al mar.



La relación que tenemos con ellos nace en nuestra adolescencia, cuando se convierten en punto de encuentro de la pandilla. “Quedamos en el banquito a las 6”.  Y esa parte del mobiliario urbano se transforma ahí en lugar de confidencias y primeros cigarrillos furtivos. Un poco más tarde, cuando el primer amor, un banco con ubicación discreta será testigo esencial de arrumacos y susurros de parejas inexpertas. Pasan los años y los bancos dejan de formar parte de nuestra vida. Pero un día, sin darnos cuenta, vuelven por la puerta grande. Suele coincidir con la llegada de un bebé, lo que obliga a madres y padres a dar un giro radical a los hasta entonces lugares vitales frecuentados. El parque sustituye entonces al gimnasio, al bar, o la cama un sábado de resaca. Los bancos, de madera, piedra o metal resurgen para hacerse imprescindibles. En mi caso, han sido los paseos con mi perro los que me han reconciliado con ellos. Ahora que empieza el otoño, es la mejor época para disfrutarlos. Busquen el suyo. Son gratis, sin comisiones ni tasas de cancelación.  



Publicado en Las Provincias el 28/09/2012

viernes, 21 de septiembre de 2012

ERRORES ETÍLICOS CON FINAL FELIZ


Mi amiga Blanca comparte piso en la playa con tres personas más, dos hermanos varones y una chica bastante resultona. La otra noche, unos amigos del equipo de rugby donde juegan los chicos fueron a cenar a su casa. Mi amiga y su compañera no tenían planes, pero después de ver el género, decidieron unirse a la velada. Salieron con ellos de copas y Blanca se retiró pronto a dormir. Ya había amanecido cuando escuchó llegar a la tropa que iba a su casa a tomarse la última. Por un instante los maldijo, pero recordó otras noches similares en las que ella y sus amigas habían sido las causantes del jolgorio y trató de volver a dormirse.

Al poco, alguien abrió la puerta de su cuarto. Con la oscuridad no pudo reconocer la silueta, y se quedó completamente inmóvil ya que con el calor se había acostumbrado a dormir destapada y con solo un minúsculo tanga.  A un metro de ella, uno de los chicos de la fiesta le pedía balbuceando que le diera un beso.  Mi amiga pensó que era una broma, pero el tío insistía. “Venga, dame ese besito que me has prometido antes”.  Blanca intentaba decirle que ella no le había hecho tal promesa y que se largara de su dormitorio. Ante la insistencia del Casanova, ella se tapó como pudo con la sábana y encendió la luz. Al verla, al chico le cambió la cara. Se puso colorado y con un inaudible “perdón” se largó de allí metiéndose sin querer en el cuarto de baño antes de salir por la puerta de la habitación completamente avergonzado. Cuando mi amiga por fin se levantó, su compañera le había dejado una nota de avisando de que dormía acompañada. Parece ser que a pesar de la cogorza, el tío terminó entrando en el dormitorio correcto. 

Publicado en Las Provincias el 21/09/2012

VACACIONES EN LA RED


Una ya no se imagina la vida sin Internet. La manera de comprar, de ver la tele, de leer el periódico, de ligar, jugar, relacionarnos o hacer fotografías ya no es la misma que hace diez años. También la forma de viajar ha dado un giro de 180 grados. Si entonces querías perderte en un país lejano y exótico, estabas a expensas de los paquetes vacacionales que te ofrecía la agencia de viajes y solo los más aventureros osaban a comprar el billete de avión sin más información que una destartalada guía. Afortunadamente para los que huimos del turismo del todo incluido, hoy la Red permite diseñar un viaje hecho a medida en el que puedas escabullirte de los lugares más concurridos. Pero todo tiene un precio. Ante el exceso informativo, el factor sorpresa queda ahora relegado a las simas de la imaginación.

Llevo algo más de un mes organizando un viaje a uno de esos países remotos. Durante este tiempo he consultado centenares de blogs, he hablado con media docena de amigos que ya han visitado esas tierras, he visto varios programas de viajeros por el mundo, he comparado decenas de alojamientos en las webs de críticas de viajes y he leído los comentarios de mucha gente que narra su periplo en los foros. No soy tan necia de añorar tiempos pasados, pero no puedo evitar que me invada un soplo de romanticismo al imaginar cómo serían las reacciones y sensaciones del viajero que llegaba a un país con la información justa y la mente sin contaminar. Menos mal que la realidad supera siempre cualquier testimonio gráfico y que en todo viaje hay contratiempos que nunca podrá solventar ni el más más avanzado HAL9000.       



Publicado en Las Provincias el 14/09/2012

martes, 11 de septiembre de 2012

EL LIBRO DE LA SELVA

Ahora que los afortunados que aún conservan su trabajo vuelven a sus tareas cotidianas, a los que soportamos los meses de julio y agosto encerrados en la oficina bendiciendo al inventor del aire acondicionado, nos toca hacer las maletas y activar el modo off. Cada año durante mis vacaciones, además de biquini, crema solar y sandalias, ningún equipaje, vaya a donde vaya, queda completo sin un libro que suelo elegir a conciencia según mi destino. Desde pequeña sentí fascinación por la lectura, pero reconozco que siempre fui anárquica a la hora de elegir los libros que devoraba. Probablemente leí autores y títulos que intelectualmente no correspondían a una adolescente, pero de la misma forma, me tragué bodrios almibarados de historias románticas con final feliz y folletines de nulo interés literario.

Por eso, con el paso del tiempo me di cuenta de que por el camino me había dejado títulos imprescindibles que se saborean mejor en esa edad en la que una todavía no ha despertado a la tediosa vida de los adultos. En los últimos veranos, me acompañaron el Capitan Ahab y su persecución sin tregua a Moby Dick, las aventuras de piratas de Jim y su Isla del tesoro, o el marinero Marlow adentrándose en El corazón de las tinieblas.  Me lo pasé como una enana con ellos.  Ya que este año estaré lejos del Mediterráneo, he decidido que sean papá y mamá Lobo, Mowgli y el fiero Shere Kan los que me trasporten a otros mundos. Junto a mi equipaje, ya reposa Kipling y “El libro de las tierras vírgenes”. Estoy emocionada y segura de que me estremecerá mucho más que esa best seller erótico festivo que ha abducido a buena parte de las mujeres este verano. Los clásicos, aunque no pongan cachonda, nunca defraudan. 


Publicado en Las Provincias  el 7 de septiembre de 2012




viernes, 31 de agosto de 2012

COMO DIOS NOS TRAJO AL MUNDO


Observo estos días cómo el hijo de tres años de una amiga corretea desnudo por la playa junto a otra niña desconocida que se le ha acercado para jugar y que comparte su mismo estado natural. A ninguno de los dos les llama la atención ver sus pequeños cuerpecillos tostados al sol libres de ropa.  Pienso en la felicidad que supone no estar contaminado aún por ese sentido del pudor que años más tarde la inmensa mayoría de los occidentales desarrollamos y que nos obliga a tapar aquellas zonas reservadas a ciertos menesteres que comprenden no solo el placer, sino también la procreación y el amamantamiento.   

A pesar de haber estado en playas en las que el nudismo y el textil convivían sin problema,   nunca había experimentado la sensación de libertad que supone tumbarse en la arena sin el incordio de un biquini. Me daba reparo. Pero lo bueno de los años es que aunque ganes algún kilo, también sueles aceptar tu envoltorio tal y como es, así que este verano aproveché una escapada relámpago a Formentera para dejarme acariciar por los rayos del sol sin que existieran trabas de por medio.  Una maravilla, oigan. Quien no se haya bañado en el mar sin la atadura que supone un incómodo traje de baño, nunca habrá sentido semejante comunión con los elementos. Me acompañaba una amiga que ni siquiera había hecho topless en su vida y que después de algunas dudas, terminó desnuda el resto del viaje. Debo apuntar que la playa testigo de nuestro despelote estaba desierta y que ello fue de gran ayuda para romper nuestras barreras. Si Dios nos trajo al mundo así, ¿por qué avergonzarnos de lo que debiera ser lo natural? Maldita manzana que nos condenó a escondernos tras una incómoda hoja de parra. 




Publicado en Las Provincias el 31/08/2012

viernes, 24 de agosto de 2012

DE NOTABLE ALTO A APROBADO JUSTO


Cuando llegaba una chica nueva a la urbanización, la parte masculina de la pandilla no tardaba en encender el escáner y examinar a la susodicha para dictar veredicto. Ese verano apareció por allí una hembra de esas de mirada felina, melena rubia, pechos generosos y artificiales, short blanco ceñido por el que asomaban unas piernas bien formadas y el paso firme de las que saben que son objeto de miradas furtivas. Ellos la bautizaron como “la ocho y medio”, tal fue el resultado de su evaluación. Para nosotras no era para tanto. Nunca les dirigió la palabra, por cierto.

Han pasado seis años desde ese notable alto.  Hace unos días bajé al parque de la misma urbanización a acompañar a una amiga a que su retoño brincara entre los columpios. Mientras observábamos a la pequeña deslizarse por el tobogán, apareció una madre con sus dos hijos. Era de esa especie de madres histéricas que no dejan a sus cachorros solos ni un segundo para que hagan el cafre. Mi amiga me comentó que coincidía con ella todas las tardes y que pensaba que era aquella jaca por la que nuestros amigos suspiraban. “No puede ser” le dije. Me fijé bien. Su cuerpo había ensanchado notablemente, su melena había dejado paso a un corte de pelo sin gracia y escondía sus nuevas curvas bajo un vestidito color camel que le cubría por encima de la rodilla. Después de observarla con disimulo, vi un atisbo de aquella mirada que ahora había dejado paso a otra más terrenal y me di cuenta de que si que era ella. “Uf, qué duro bajar tantos puntos en tan pocos años. Ahora es un cinco y medio” le dije a mi amiga. “Yo más bien diría aprobado justo” expuso maliciosa mi comadre. Creo que los chicos de la pandilla le habrían suspendido.    

Publicado en Las Provincias el 24/08/2012

viernes, 17 de agosto de 2012

EL FESTIVAL


Lo reconozco, tenía miedo antes de llegar.  Pensé en poner una excusa a mis amigos y quedarme todo el fin de semana trabajando con el aire acondicionado de la oficina a tope, sin tener que aguantar colas kilométricas,  chiquillos que rozan el coma etílico, efluvios a orinal gigante y temperaturas abrasivas. Pero habíamos planeado esos días desde febrero, así que me armé de valor y de paciencia para poder aguantar lo que nos echaran e imaginándome lo peor. Me enfrentaba a mi primer festival de música. Lo hacía atemorizada y pensando que ya se nos había pasado el arroz para macro acontecimientos de este tipo enfocados a chavales que soportan una semana entera durmiendo una media de cuatro horas diarias en un multitudinario camping.


Pero no, señores. Mis amigos y yo resistimos estoicos los tres días gordos del festival y además nos fuimos de allí con un excelente sabor de boca. Puede que no seamos tan viejunos como pensábamos.  Vibramos con los grupos que fuimos a ver, descubrimos a muchos otros que ya forman parte de nuestra banda sonora vital, conocimos a gente interesante, nos hicimos fotos con los músicos en plan groupies y sobre todo, nos fuimos de allí con la idea de que repetiremos. Eso sí, con las mismas condiciones. Esto es, zona VIP para descansar entre concierto y concierto y apartamento para dormir como Dios manda, que una no tiene remilgos para hacer pis entre dos coches, pero ya no cuenta con la energía suficiente para sentarse en el suelo durante horas ni para meterse en una tienda de campaña a las seis de la madrugada mientras los veinteañeros de la tienda de al lado continúan la fiesta y te impiden pegar ojo.   Perroflauta, sí,  pero con categoría.  




Publicado en Las Provincias el 17/08/2012