viernes, 28 de junio de 2013

QUERIDO/A VECINO/A

Querido/a vecino/a que el sábado pasado decidió llamar a la policía y arruinarnos la mañana. Creo que no sabe, dada la nula sensibilidad hacia cualquier tipo de manifestación artística que le presupongo, que el pasado fin de semana se celebraba en todo el mundo el Día de la Música. Muchos rincones, plazas y locales de Valencia se llenaron de las melodías y ritmos de músicos y bandas, algunos profesionales aunque la mayoría amateurs. Buena parte de estos conciertos son gratuitos, y como en esta nuestra ciudad no abundan los eventos culturales de calidad y menos sin pagar, una agradece a estos artistas que le alegrasen un rato la existencia. Me cuesta creer que a la una de la tarde de un sábado, un chaval con una guitarra y un amplificador y un auditorio que no sobrepasaba las 40 personas, le molestásemos hasta el punto de tener que llamar a las autoridades. Imagino que el resto de la historia ya la conoce.







Después de que la policía amonestase al dueño del bar y le obligase a concluir con la serie de conciertos que había programados hasta las 14:30, uno de los músicos salió a la calle de forma espontánea y siguió tocando enfrente del garito ante un público el doble de entregado que aplaudió y silbó al final de cada tema con mucha más intensidad que antes de su llamada a la policía. Vitoreábamos al músico, pero nuestro volumen aumentó sobre todo para fastidiarle a usted, vecino/a incomprensivo/a, todo lo posible. Deseo profundamente que le incomodásemos al máximo. Ahora ya lo sabe, si nos obligan a cerrar la boca, algo se nos ocurrirá para continuar haciendo ruido, o música o lo que sea, con más fuerza e intensidad que antes. Me despido no sin antes desearle que algún día tenga como vecinos a una banda de heavy metal. Sinceramente suya. 




Publicado en Las Provincias 28/06/2013

viernes, 21 de junio de 2013

LA PAREJA DEL TELEFONILLO

Los veo muchos días al entrar o al salir del patio y cada vez que coincido con ellos en esos segundos en los que intercambiamos un ‘Buenas tardes’, no puedo evitar conmoverme al observar esa particular historia de amor que les ha tocado vivir. Ella, por el acento, puede que sea de Colombia, él quizás venga de Uruguay. Ambos deben ser más jóvenes de lo que aparentan. Los años pesan el doble y dejan más arrugas cuando te ha tocado bregar en el lado áspero de la vida. Él puede pasarse horas de pie hablando bajito con ella a través del telefonillo de la finca. Ella no puede bajar porque tiene que cuidar de una anciana que hace tiempo dejó de valerse por sí misma. Siempre que la chica sale a pasear con ella por el parque, él la acompaña y le ayuda a empujar la silla de ruedas desde donde la señora se convierte en testigo mudo y permanente de las confidencias de los novios. Nunca los he visto besarse ni cogerse de la mano.

Me conmueve ese amor tan común y tan de carne y hueso que se profesan, sin mariposas en el estómago, sin cenas románticas ni regalos de aniversario, sin mensajes por el Whatsapp ni ramos de rosas. También despojado de las espinas que produce la convivencia, que en su caso tienen denegada y de las peleas absurdas provocadas porque hoy te tocaba recoger la mesa a ti. Los amantes a los que escasea el tiempo, no pueden malgastarlo en tonterías. El domingo pasado los vi por primera vez solos, sin la carabina silenciosa que les suele acompañar. Se despedían en el portal. Ella lucía una bonita falda blanca, él también parecía haberse arreglado para la ocasión. Quise pensar que volvían de bailar y que por unas horas habían podido dejar atrás la soledad que comparten y olvidar la separación forzosa e irremediable a la que están abocados.

Publicado en Las Provincias el 21/06/2013

viernes, 14 de junio de 2013

DONDE NOS MERECEMOS

Tengo claro que para salir de este pozo en el que nos metieron y nos metimos es necesaria una actitud positiva. Sin embargo y a pesar de mi naturaleza optimista, en los últimos meses he vivido una serie de situaciones que hacen que me invada el desánimo y hagan plantearme seriamente si este país está donde se merece. Reservamos una mesa en la terraza de un restaurarte del centro. Cuando llegamos, nos dicen que fuera está todo completo y tenemos que comer dentro. Después de protestar un buen rato, una camarera accede de mala gana a montarnos una mesa, al pedirle que por favor no la ponga en el sol, nos contesta de malas formas. No tuvimos más remedio que quedarnos porque eran Fallas y no habríamos encontrado otro local para tanta gente. La comida fue mala, el servicio pésimo y además caro. Cambio de sector. Hace un mes estuve en una agencia de viajes para consultar un tema de visados y unos billetes de avión. Me dijeron que me mandarían un mail con toda la información. Todavía sigo esperando. Ese mismo día escribí a varias agencias locales de un país considerado como subdesarrollado. Todas ellas me contestaron al día siguiente.


Hace pocos días, mis compañeros de trabajo contactaron con una escuela para recibir un curso básico de kitesurf. El mismo día que comenzaban, el profesor les dice que por circunstancias personales, solo podrá impartir una clase, en lugar de las cuatro estipuladas. No han sido los únicos casos de informalidad y falta de profesionalidad que me he encontrado en los últimos tiempos.  Ignoro las razones de esta ausencia de celo, quizá un sueldo ridículo, un jefe insoportable o demasiadas horas currando. Le echamos la culpa de todo a la crisis, sin embargo tengo la sensación de que somos nosotros mismo los primeros responsables.   
Publicado en Las Provincias el 14/06/2013

viernes, 7 de junio de 2013

CACAS, CIVISMO y POLÍTICA

Que existen animales que son más limpios que muchas personas nadie lo pone en duda. Que caminar por las aceras de muchas ciudades españolas se convierte en una prueba de obstáculos al tener que sortear los excrementos de perros tampoco es ninguna novedad. Que los dueños de los canes que lo propician tendrían que ser castigados con una severa multa debería ser prioritario. Pero como no lo es, habrá que pensar la manera de atajar el asunto. Ante problemas constantes, soluciones ingeniosas. Lo recogía Las Provincias esta semana. El Ayuntamiento de Brunete, en Madrid,  ha puesto en marcha una estupenda campaña de concienciación en la que una serie de voluntarios de incógnito vigilan a los amos de los perros durante sus paseos. Les preguntan de forma amigable el nombre de su mascota y si el dueño olvida la caca, una vez el culpable abandona la prueba del delito, el voluntario la recoge con una bolsa y el Consistorio después de comprobar su dirección en el censo, se la manda a casa en una bonita caja de cartón con un mensaje de advertencia. A la próxima, multazo.

En la zona que frecuento con mi chucho, la policía se ha puesto dura últimamente con el tema canino y nos advierte de lo que nos caerá si llevamos a los perros sueltos por el parque. Las leyes hay que cumplirlas, de acuerdo, pero quizá si el Ayuntamiento no nos ignorase y habilitase zonas acotadas donde los animales pudiesen correr con libertad sin molestar a nadie, podría dedicar esos efectivos a la lucha contra los guarros que con su irresponsabilidad dejan que se ensucien las calles. Les aseguro que la mayoría de nosotros recogemos las cacas de nuestros perros. Y sí, incívicos y gorrinos los hay en todas partes. Solo hay que echar un vistazo al poder político y económico que nos rodea.
Puiblicado en Las Provincias el 07/06/2013