El mundo se divide
entre hombres y mujeres y no de forma equitativa precisamente. A pesar de lo
que hemos avanzado en cuestión de igualdad, continúa existiendo una literatura
femenina y otra masculina, films almibarados con final feliz para ellas y pelis
de mamporros para ellos, deportes para señoritas y para machotes, cupcakes para
damas y artilugios de bricolaje para varones. Dado que esto es así, hay otro
asunto que también debería estar perfectamente delimitado por sexos. Me refiero
a los cuartos de baños de los locales públicos. Al clásico cartelito de Ladies
y Gentlemen le han sustituido otras moderneces menos obvias que hacen que te quedes
con cara de boba frente a la puerta de un aseo intentando descifrar si ese
cuadro cubista indica que es ahí donde tienes que hacer pis.
La semana pasada
cenaba con unas amigas en un restaurante. A la hora de entrar en el aseo
coincidí con una señora que como yo trataba de averiguar si entraba en la
puerta correcta. Lo comprobé cotejando ambos accesos. En el de los tíos, uno de
esos clics con los que jugábamos de pequeños lo dejaba claro, un pirata con
barba, blandiendo el sable y luciendo orgulloso sombrero de calavera. En el de
las tías, un clic chica con pinta de mojigata y camiseta en la que se leían las
letras FIT (estar en forma en inglés), acompañada por un carrito con un clic bebé.
No había duda de a cuál me tocaba entrar y lo hice con una pelín de rabia y de envidia.
No sé ustedes, pero yo desde luego prefiero acabar con la bodega de ron a
preparar papillas, cantar con mis camaradas antes que tararear nanas, asaltar
navíos enemigos antes que moldear mi cuerpo para estar buena y navegar a toda
vela antes que ir al parque de bolas. Frente a los cumpleaños infantiles, elijo
la patente de corso. Obvio.
Publicado en Las Provincias el 29/11/2013