miércoles, 24 de agosto de 2016

EL NÚMERO PERFECTO



Cinco son los dedos de una mano; cinco las líneas del pentagrama que sirven de base para componer; cinco fueron los Jackson 5 y un quinto candidato siempre planeó sobre los Beatles, cinco son los sentidos con los que interpretamos el mundo, un mundo formado por cinco continentes; los seres vivos fueron creados por Dios, según cuenta el Génesis, el quinto día y el pijama más famoso de la historia lo componían unas gotas de Channel número 5. El cinco es, además, el número idóneo de personas para salir de juerga, viajar o moverse en un festival de música. Baso mi afirmación en un complejo sistema empírico desarrollado durante años que consiste básicamente en mi propia experiencia. Dos es el número socialmente aceptado para el amor, la convivencia y la formación original de la familia, pero no es un número divertido; los tríos, más allá del sexo, pueden originar conflictos (siempre hay dos partes de la formación que tienen más afinidad), mientras que el cuatro es un número aburrido para reuniones, demasiado equilibrado. Como cuando salen de cena dos matrimonios.

Sin embargo, con el cinco se pueden hacer buenas combinaciones para el esparcimiento. Es el número exacto de plazas de un coche medio, por lo que a la hora de alquilar, te ahorras un buen pico cuando viajas; también una casa o un apartamento para cinco personas suele salir más a cuenta que otro pequeño. Hay que tener en cuenta que si alguno de los integrantes liga una noche, habrá, por regla general, una cama extra donde hacerle hueco. Si por el contrario, el grupo se divide y algunos quieren volver a casa, aún quedará un número adecuado de componentes lo suficientemente borrachos para quedarse de marcha. Definitivamente y dejando de lado la rima fácil, el cinco es el número perfecto.

Publicado en Las Provincias el 19/08/2016

viernes, 12 de agosto de 2016

MERCANTILIZAR EL AMOR




¿Recuerdan aquella figura del exhibicionista con la que alguna vez de chavales nos topamos? Se acercaba hasta el grupo de colegialas mostrando lo que le colgaba de la entrepierna tratando de escandalizar a las inocentes testigos que solíamos darle cuatro gritos ante los que huía despavorido. Ese tipo de exhibicionismo se me antoja algo casi pueril al lado de los otros tipos de exhibicionismo que hoy abundan en esta sociedad en la que cualquiera puede hacer ostentación de sus atributos, corporales o no, con un solo clic. Me refiero al exhibicionismo intelectual, al ideológico, al moral o al peor de todos, el exhibicionismo sentimental que campa a sus anchas por las redes sociales. El último capítulo lo han protagonizado Risto Mejide y su novia. El presentador le ha hecho a su chica un vídeo declarando su amor y se lo ha mandado a través de twitter.

Dejando de lado el texto del supuesto poema visual, que es bastante truñete, llama la atención la imagen. Casi cinco minutos de un plano de su novia en sujetador poniéndose y quitándose una camisa y haciendo poses sexys en una habitación de hotel. Da la sensación que el vídeo sea un anuncio de colonia de bajo presupuesto. Me extraña que el presentador haya firmado semejante caspa. A mí me parece más el deseo de un señor de mediana edad con ganas de mostrarle el mundo lo insultantemente joven y lo descaradamente buena que está su novia. Eso o una extraña forma de mercantilizar su amor, porque él de tonto no tiene un pelo. Veo muy poca verdad en esta versión moderna del “Te quiero Mari Tere” escrito con letras en la carretera. Con lo bonito que es amarse bajiito y decirse te quiero al oído. La demostración amorosa de Risto da tanta vergüenza que me parecen más dignos aquellos tipos perturbados que se abrían la gabardina.

Publicado en Las Provincias el 12/08/2016

jueves, 4 de agosto de 2016

COPENHAGUE, 10 COSAS QUE SÍ y 9 QUE NO



Dicen de Dinamarca que es el país del mundo donde sus habitantes son más felices. No tengo demasiado claro que la felicidad se pueda medir y reducir a un número en un ranking, pero si es así, seguro que estas diez cosas han contribuido a ello:

LO QUE SÍ:

-          Mobiliario urbano y espacios públicos
Los descendientes de los vikingos tienen una conciencia algo más avanzada del espacio público que nosotros. En el muelle, cualquiera puede coger alguna de las bonitas y cómodas hamacas y sentarse para descansar, ver pasar los barcos o contemplar el edificio de la Ópera. Esas coloridas sillas de diseño no duraban en nuestras calles ni diez minutos.

-          Zonas comunes
También tienen otro concepto de las zonas comunes. En muchas manzanas, el lugar que ocupan esos espantosos patios de luces que jalonan nuestras ciudades,  es sustituido por espacios llenos de plantas y flores, mesas para comer o cenar, columpios y piscinas de arena para los niños. Todo hecho con mucho gusto, sin pintadas ni grupos de chavales con el reggaetón a toda pastilla en sus smartphones.  Respeto creo que lo llaman.

-          Los arenques marinados
En conserva, condimentados con pimienta, cebolla, eneldo, sobre un smorrebrod, a pelo o en ensalada. Me he convertido en fan del arenque.  Una de las pocas alegrías gastronómicas que me ha dado la ciudad.

-          Las bicicletas
En Copenhague se calcula que más del 51% de la población se desplaza en bicicleta. Cuentan con unos 400 kilómetros de carriles bici. Los coches y los peatones las respetan. Muchas de ellas llevan delante un cajón donde van los niños el perro o la compra. Es una maravilla ir en bici por Copenhague.  

-          La tienda Lego
Aunque yo fui más de Tente (era más barato), se me iban los ojos detrás de las construcciones de Lego que llenaban el cuarto de casa de mi primo. Aquí uno puede resarcirse y llevarse a casa el halcón milenario, la torre Eiffel o el coche de los cazafantasmas con sus cuatro protagonistas, también puede diseñar sus propios muñecos, con sus pelo, sus caritas y su ropa, comprar sueltas cualquiera de las piezas y recuperar esas tardes de la infancia donde construíamos sueños.

-          Christiania
La ciudad libre de Christiania, una vez que te alejas de la calle principal donde dealers con pasamontañas exhiben y venden su mercancía en tenderetes, es un buen ejemplo de que otro mundo es posible. Además del aroma de los porros, allí se respira tolerancia.

-          El kanelsnegle de Lagkagehuset
La repostería está muy presente en este país, pero este rollo de canela de una de las mejores panaderías de la ciudad es espectacular.

-          Igualdad
Asistimos a un accidente de tráfico sin importancia. Un camión se llevó el retrovisor y parte del parachoques de un autobús de línea. Como buenos curiosos, nos quedamos a ver si las cosas se solucionaban como en España, insultando al conductor y lanzando toda clase de exabruptos. Del autobús se bajó una mujer conductora, la sorpresa fue que del camión también, y no era ningún camioncito, era un pedazo de trailer. Ambas tenían cara de pocos amigos, pero dirimieron el asunto con mayor serenidad que un hombre.

-          Papiroen
Un viejo almacén donde se  almacenaba papel sirve de contenedor para este mercado de comida callejera con 40 food trucks que ofrecen gastronomía de todo el mundo. En verano es una delicia sentarse en las mesas de madera de fuera y ver la puesta de sol o quedarse bebiendo cervezas o mojitos hasta que se hace de noche, que es bastante tarde.  Hay música y un ambiente muy molón.  Está muy cerca del Noma, el considerado como mejor restaurante del mundo durante varios años según Restaurant Magazine, así que si no se consigue mesa allí, uno puede cruzar a Papiroen y ahorrase unos cientos de euros.

-          Tivoli
Un parque de atracciones que nada tiene que ver con lo que estamos acostumbrados. Es pura fantasía.

LO QUE NO:

-          Es caro
Para un español medio, hipotecado, mileurista que viaja en Ryanair y se lleva fiambre envasado al vacío a los viajes, es un país caro. Sobre todo la comida, tanto en el supermercado como en un restaurante. La cerveza tampoco es barata.

-          Gastronomía
Copenhague cuenta con diez restaurantes con estrella Michelín, además del mencionado Noma, así que no seré yo la que diga que se come mal en la ciudad, pero nuestra experiencia fue muy mala. Mucho sándwich y mucha salsa. Si se quiere comer bien hay que desembolsar una cantidad considerable de dinero. Pedir una botella de vino es tirar la casa por la ventana. Espero que algún día, cuando vuelva, cambie mi opinión.

-          Pavimento
Las calles y aceras de la mayor parte de la ciudad son de piedra. Si llevas un carro de bebé, es un coñazo.

-          Obras
Copenhague está en pleno despegue desde hace tiempo. La arquitectura es una maravilla, pero hay obras, grúas, calles y plazas cortadas por toda la ciudad.

-          Noches cortas
En esta época del año alrededor de las 5 de la mañana empieza a amanecer. Hay unas seis horas de oscuridad. Además, las casas no tienen persianas y muchas ni cortinas, por lo que se hace difícil dormir si, como a mí, te molesta mucho la luz.

-          El Báltico
Nos dimos un chapuzón en el Báltico, pero me pareció un mar muy soso. Sin olas, sin viento, con poca personalidad. Ni siquiera estaba fría. Me decepcionó.

-          El camarero del Kanalen
En el único restaurante bueno al que fuimos a cenar, el camarero nos trató fatal. Menos mal que antes de que nos amargara la cena, la sustituyó otra camarera encantadora. Imbéciles hay en todos los sitios, también gente estupenda.

-          Intimidad
El apartamento que alquilamos por Airbnb estaba muy bien, aunque al principio tenías la sensación de haber invadido una casa ajena. Todas las pertenencias de la familia de la casa estaban allí, su ropa, su calzado, sus toallas… Los niños de la casa dormían en la misma habitación que los padres, así que tuvimos que compartir cuarto con nuestro bebé. Intimidad, cero patatero.

-          Calor

El cambio climático también ha llegado hasta estas latitudes. Elegimos Dinamarca para huir del calor y nos encontramos con temperaturas altísimas. Además, como no están muy acostumbrados en muchos sitios no hay aire acondicionado.