Valencia,
tierra de luz y color posee también un reverso oscuro que se esconde bajo su
asfalto y suele concentrarse en zonas marginales, aunque no sea coto exclusivo
de los arrabales. Esa Valencia que preferimos no mirar está poblada por
atracadores desesperados, yonkis sin nada que perder y asesinos sin alma que
una vez cometido su delito se convierten en protagonistas de las páginas de los
periódicos. La crónica negra de un lugar forma parte de su identidad, como lo
es la propia historia o las tradiciones. Hay lugares que quedarán vinculados
para siempre a los macabros sucesos de los que fueron escenario. Alcàsser es,
por desgracia, el mejor ejemplo. Algunos de estos casos pasan de puntillas,
otros como el del camionero linchado en el barrio de Nazaret o el de la
prostituta de lujo asesinada acaban transformados en vergonzosas sombras.
La
exposición fotográfica “Calles Negras. Valencia 1980-2000”, que estos días
acoge el MUVIM, recoge 50 imágenes tomadas por fotoperiodistas que fueron
testigos de las huellas de algunos de los crímenes más famosos perpetrados en
la provincia. Muestran el trabajo de unos profesionales que durante 20 años han
retratado a víctimas y verdugos desde un prisma que intenta dejar fiel
testimonio de los hechos sin herir la sensibilidad del lector. Ese morbo,
consustancial a todo ser humano, hace que cualquiera de estas truculentas
historias nos atraigan al mismo tiempo que nos repelen. Por decisión expresa de
sus organizadores, las dos fotografías que cierran la exposición rompen esas
normas editoriales tácitas de mostrar el suceso ahorrando al espectador la
crudeza que las envuelve. Es entonces cuando uno agradece el blanco y negro de
las fotos y sin apartar la vista, se da cuenta de que hay cosas que es mejor
obviar.
Publicado en Las Provincias el 30/05/2014