Alguien
me lo dijo durante el embarazo. “Aprovecha y ve al cine”. La recomendación se
sumaba al consejo estrella con que otros padres te taladran hasta el infinito
durante esos meses: “duerme todo lo que puedas”. Frase que acabarás odiando sin
ser consciente de que tú también la repetirás como un mantra tibetano cada vez
que te cruces con una embarazada. Tenía razón aquella persona. De entre todas
las cosas que te limita el tener un bebé, la de escaparse al cine es
probablemente la que más echo de menos. Otra madre pesada, pensarán ustedes,
que no quiere dejar al chiquillo un par de horas para irse a ver una película.
No es tan sencillo. Tengan en cuenta que el régimen de semiexplotación al que
tenemos sometidos a los familiares que cuidan del niño mientras trabajamos, nos
impide pedirles que además, se queden también de canguros el fin de semana.
Si
uno consigue aparcar al niño, elige muy cuidadosamente los planes de ocio de
que dispone. Así en la lista de prioridades, las cenas con amigos o con el
cónyuge se imponen como primera opción. Le siguen los conciertos que
difícilmente se repetirán. En tercer lugar, algo que nunca creíste que
valorarías, encerrarte en el baño durante una hora para ponerte toda clase de
cremas y dedicarte a esa actividad tan prosaica, la depilación. Así, ese ritual
de coger el periódico después de la siesta del domingo, discutir para ver quien
elige esta vez, escoger la película y la sala, aguantar la cola, buscar una
butaca alejada de un grupo ruidoso, acomodarse y evadirse durante hora y media,
parece cosa de la otra vida. Ahora bien, en el estado de perpetua vigilia en el
que me encuentro, tengo dudas de que lograse terminar la última peli de Medem
sin dormirme. Ni toda la magia del cine creo que lo consiguiera.
Publicado en Las Provincias el 2/10/15
No hay comentarios:
Publicar un comentario