viernes, 2 de octubre de 2015

LA MAGIA DEL CINE


Alguien me lo dijo durante el embarazo. “Aprovecha y ve al cine”. La recomendación se sumaba al consejo estrella con que otros padres te taladran hasta el infinito durante esos meses: “duerme todo lo que puedas”. Frase que acabarás odiando sin ser consciente de que tú también la repetirás como un mantra tibetano cada vez que te cruces con una embarazada. Tenía razón aquella persona. De entre todas las cosas que te limita el tener un bebé, la de escaparse al cine es probablemente la que más echo de menos. Otra madre pesada, pensarán ustedes, que no quiere dejar al chiquillo un par de horas para irse a ver una película. No es tan sencillo. Tengan en cuenta que el régimen de semiexplotación al que tenemos sometidos a los familiares que cuidan del niño mientras trabajamos, nos impide pedirles que además, se queden también de canguros el fin de semana.

Si uno consigue aparcar al niño, elige muy cuidadosamente los planes de ocio de que dispone. Así en la lista de prioridades, las cenas con amigos o con el cónyuge se imponen como primera opción. Le siguen los conciertos que difícilmente se repetirán. En tercer lugar, algo que nunca creíste que valorarías, encerrarte en el baño durante una hora para ponerte toda clase de cremas y dedicarte a esa actividad tan prosaica, la depilación. Así, ese ritual de coger el periódico después de la siesta del domingo, discutir para ver quien elige esta vez, escoger la película y la sala, aguantar la cola, buscar una butaca alejada de un grupo ruidoso, acomodarse y evadirse durante hora y media, parece cosa de la otra vida. Ahora bien, en el estado de perpetua vigilia en el que me encuentro, tengo dudas de que lograse terminar la última peli de Medem sin dormirme. Ni toda la magia del cine creo que lo consiguiera.
Publicado en Las Provincias el 2/10/15 

No hay comentarios:

Publicar un comentario