Hace
30 años, antes de la llegada del microondas, del mando a distancia y el DVD,
mucho antes de que la irrupción del GPS, los ordenadores personales, los
teléfonos móviles e Internet nos facilitaran la vida, un chaval, si pensaba en
el futuro se imaginaba un mundo ingrávido, sideral y robotizado. El
mañana, más allá del año 2000, se encarnaba para nuestras mentes infantiles en
coches voladores y naves aerodinámicas. A ello contribuyó la trilogía de
“Regreso al futuro”, que este año cumple tres décadas de su estreno.
“¿Carreteras? A donde vamos no necesitamos carreteras”. Doc, el
excéntrico científico de la saga dice esta memorable frase al final de la
primera película mientras el Delorean despega para dirigirse hacia el futuro.
Ese futuro al que Marty McFly y su amigo viajan y que tan remoto se nos
antojaba es hoy nuestro presente.
Los
personajes se desplazan con su máquina del tiempo al futuro, concretamente al
21 de octubre de 2015. En unos días vence el plazo y en lugar de monopatines
voladores y cazadoras inteligentes, el presente de los que vimos la película de
niños está teñido de incertidumbres, horizontes difusos y serias dudas acerca
del porvenir. En 1985 nadie se imaginaba que treinta años más tarde millones de
personas recorrerían andando media Europa para huir de los conflictos de sus
países de origen, ni que el terrorismo haría tambalearse los cimientos de las
sociedades occidentales y menos que el ser humano sería el responsable de esquilmar,
intoxicar y destruir el planeta que habita. No importa. Mientras podamos ver
cine en 3D, contestar el teléfono desde unas gafas y seguir viendo Gran
Hermano, no hay de qué preocuparse. ¿Carreteras? Lo que necesita el futuro no son coches
voladores sino simplemente un poco de sentido común.
Publicado en Las Provincias 16/10/2015
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