viernes, 14 de agosto de 2015

AL AIRE LIBRE

Foto: Ricard Chicot



El verano es un estado de ánimo, lo decía la periodista de Las Provincias, Carmen Velasco, en su columna del pasado domingo. Un estado de ánimo que provoca que nuestro cuerpo se relaje y nuestra mente repose en stand by mientras hacemos las paces con un entorno que ignoramos el resto del año. Ese estado de ánimo se inclina a ensalzar cualquier actividad por nimia que sea.  Las siestas son más placenteras, el gazpacho sabe mejor y la cerveza es más refrescante que durante los otros nueves meses. Esta estación te ofrece regalos como el que me encontré hace unos días.  Subimos a una pequeña iglesia situada en lo alto de la Sierra de Irta, un lugar que visito con cierta frecuencia por sus magníficas vistas. Allí nos enteramos de que un par de horas más tarde se iba a celebrar un concierto de música clásica. Deshicimos nuestros planes para quedarnos porque lo bueno que tienen las vacaciones es poder cambiar de planes sin remordimiento.

Mientras el cuarteto de cuerda interpretaba a Haendel, miré hacia arriba y contemplé la silueta de la ermita que cortaba un cielo inundado de estrellas, la brisa del mar me erizaba la piel y sentía la tregua que da estar alejada del bullicio del pueblo. Pensé que todo es mejor al aire libre. Una sesión de cine en una terraza de verano tiene una magia con la que no puede competir una sala cerrada, comer bajo los pinos o junto al mar no puede ser superado por la sala del restaurante más distinguido ni hacer un deporte de interior es comparable a la libertad que te proporciona la tierra, el agua o la nieve. Pregúntenle a un surfista, a un esquiador o a un ciclista. En cuanto al amor, también le sientan los escenarios abiertos. Si nunca lo ha practicado al aire libre es que no ha exprimido el verano como se merece.

Publicado en Las Provincias el 24/07/2015


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