viernes, 24 de abril de 2015

BENDITAS MATRONAS



No hay que ser un experto filólogo para adivinar el origen etimológico de la palabra matrona. Matrona deriva de mater, madre, y así, con esa vocación intrínseca y esa entrega desinteresada de las madres he sentido que desempeñan su trabajo las matronas con las que me he cruzado en estos últimos nueve meses. Son ellas, mujeres habitualmente aunque también hay varones, las que, en la sanidad pública, preparan a las gestantes, ofreciéndoles la información necesaria, resolviendo sus numerosas dudas y controlando que todo esté en orden y son ellas las que, si no surgen complicaciones, se encargan de asistir el parto sin la presencia de ningún médico. Durante “esa horita corta” que todos me desearon y que acabó convirtiéndose en dos días y una noche tuve la ocasión de tratar con seis de ellas. Percibí el amor que profesaban por su trabajo y noté un trato excepcional que no esperaba y una cercanía de la que, en general,  suele adolecer el colectivo médico. 

Teniendo en cuenta la situación de incertidumbre y estrés que conlleva un parto, créanme que es de agradecer tener al lado a profesionales que reduzcan tu ansiedad explicándote los pasos a seguir, dándote ánimos, ofreciéndote conversación y tratando de que te olvides de los momentos más difíciles. Dudo que todos estos gestos vayan implícitos en el sueldo que cobran, ese que se ha encargado de recortar el Gobierno en los últimos años. De lo que sí estoy segura es de que, entre sus deberes, no están el cogerte de la mano durante la cesárea, el hacerle las primeras fotos a tu bebé y enviártelas y el visitarte en la habitación una vez ha pasado todo. Es la diferencia entre cumplir tus obligaciones y hacer tu trabajo con pasión. Bendita sanidad pública y el personal sanitario que lo hace funcionar. 

Publicado en Las Provincias el 24/04/2015

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