martes, 6 de enero de 2015

LA PRIMERA MENTIRA



Averiguar la verdad sobre los Reyes (los de Oriente, de los Borbones ya se encarga el Juez Castro) es quizá el primer gran revés al que nos enfrentamos de niños. Con esa confesión, los padres, sin querer, aceleran el despertar de la inocencia y promueven la transición de la infancia a la pre adolescencia. Me contaba una amiga estos días cómo su hija de diez años se había enterado de quién dejaba los juguetes en el sofá cada 5 de enero mientras todos dormían. Llorando a lágrima viva, recriminó a sus padres la mentira a la que había sido sometida en la última década y los desafió a que le contasen el resto de falsedades que escondían. “¿Y qué más? ¿Qué más cosas me habéis dicho que no son ciertas?”, les gritaba desconsolada. Mi amiga, con un nudo en el estómago al ver cómo su niña sufría su primera gran desilusión, pensó en todas las mentiras que tendría que sortear.


Los primeros amores y sus promesas vacías, los profesores mediocres en los que confiaría, las esperanzas quebradas por una vocación a la que difícilmente podría dedicarse, los jefes incompetentes a los que tendría que obedecer, la traición de algún amigo, el cuento de que si de verdad te lo propones, puedes conseguirlo, el desconsuelo por la muerte de alguien cercano… Por un momento, mi amiga pensó en soltárselo todo de golpe para tratar de ahorrarle así el doloroso cuentagotas de farsas que acompañan a la vida, pero dejó que la realidad no empañara tan pronto las ilusiones de la chiquilla. Esa primera mentira es solo el principio de muchos otros desengaños que también sufriremos de adultos y que sin embargo no deberíamos dejar que ensombrezcan el resto de cosas buenas que nos acompañan. Quizá los Reyes no sean los responsables de traerlas, pero la ilusión y la magia sí que existen. 

Publicado en Las Provincias el 6/1/2015

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