Observo
con cierta inquietud la lenta e inexorable desaparición de uno de los rasgos
característicos del español escrito. Cada vez son menos los que optan por
gastar un microsegundo de su tiempo en teclear el signo de interrogación o
exclamación inicial. Confieso que yo, una purista que por principios no escribe
palabras abreviadas cuando utilizo un teclado, a veces me descubro obviando
esos signos de apertura. En esos casos, imagino a los pobres signos
responsables de dar la entonación correcta cuando preguntamos o exclamamos
pidiendo auxilio e intentando llamar mi atención. “¡¡No te olvides de
nosotros!!”, me gritan desde ese espacio invisible donde habitan los signos en
peligro de extinción. Enmiendo mi error y escribo la interrogación y
exclamación como marcan los cánones y el diccionario oficial, pero sintiéndome
un tanto pedante al ver la economía de caracteres con que la mayoría se expresa
al darle a la tecla.
El
uso masivo de la mensajería instantánea a través de herramientas como Whatsapp,
Skype o Facebook ha provocado que los signos de puntuación en general y los
exclamativos e interrogativos iniciáticos en particular se estén convirtiendo
en prescindibles. Si al menos, a las reglas de acentuación de las palabras que
introducen las frases interrogativas o exclamativas, (qué, cómo, cuándo, dónde)
se les tuviese un poco más de respeto, entonces habría una posibilidad de
entender el sentido que intentan transmitir. Quizás les parezca un tema
banal, pero no es lo mismo leer “Cuando supo que todo había sido orquestado por
esa panda de analfabetos” que “¿Cuándo supo que todo había sido orquestado por
esa panda de analfabetos?”. Señores, tengan mucho cuidado, se empieza omitiendo
un signo de interrogación y se acaba escribiendo ejque.
Publicado en Las Provincias el 24/10/14
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