viernes, 17 de octubre de 2014

GABINETE DE CRISIS


“Jorge y yo nos separamos”. Donde digo Jorge, digo Marta o Salva o Lupe. Los sujetos varían, el objeto siempre es el mismo, el cese de la convivencia, casi nunca de mutuo acuerdo, con sus doloras consecuencias: reparto de bienes, custodias, pensiones y lágrimas. La primera vez que alguien cercano te da la noticia, notas un cierto tambaleo de esa supuesta estabilidad que rige tu vida, con la inevitable empatía que hace que coloques tu propia relación en el lugar de la de ellos y sientas una tristeza lógica por el final ajeno. Los siguientes anuncios de separaciones entre tus amigos ya no te afectan tanto. Solo hay que mirar las estadísticas. En la Comunidad Valenciana se producen 42 rupturas de matrimonios al día, dos cada hora. Si hago las cuentas, todavía quedan muchas parejas a mí alrededor que terminarán separadas, a pesar de que ahora luzcan alianza orgullosos.

Quizás por eso, no me sorprendió la llamada de una de mis amigas del alma hace cosa de un mes, volvía a Valencia después de una relación de diez años con su ya ex marido y lo hacía con las maletas, la niña en común y los papeles casi firmados. Nos pusimos manos a la obra y convocamos gabinete de crisis, ese que solo se reúne con tanta urgencia en caso de cuernos, flechazos y separaciones dramáticas. Llenamos el maletero de alcohol y nos dirigimos al apartamento de la playa de una de ellas a pasar el fin de semana con la intención de animarla. Al poco de llegar, otra de nuestras amigas nos anunció, algo compungida por la situación, que estaba embarazada. Así, entre abrazos, sollozos y conversaciones con aroma etílico transcurrió el fin de semana, asumiendo que el ciclo de la vida no se detiene y sabiendo que juntas, los trances pierden intensidad y las alegrías se elevan al cubo.
Publicado en Las Provincias el 17/10/2014

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