jueves, 21 de agosto de 2014

VIDA DE TURISTA



Agotadora vida la del turista. Ese ser que alguna vez todos hemos sido, emerge en todo su esplendor durante los meses de verano. Desempolva su mochila, se calza las zapatillas o las sandalias y se unta el cuerpo con una mezcla de loción anti mosquitos y crema solar dispuesto a enfrentarse a cualquier adversidad que le depare el viaje. El turista es un espécimen complejo y contradictorio. Después de trabajar durante once meses, madrugando y soportando atascos infernales, decide gastar su tiempo de descanso levantándose a las ocho de la mañana; andando más kilómetros diarios que en todo el resto del año bajo un insoportable calor o a pesar de una lluvia monzónica; sufriendo colas interminables para entrar en un museo o visitando ruinas y castillos atestados de otros turistas.


El turista modifica su comportamiento adaptándose a los usos y costumbres del lugar. Si está en la India, deja que un gurú le pinte en la frente el símbolo de su religión a pesar de que jamás permitiría que en su país un cura se le acercara; si recorre Escocia, se pone un kilt con el que luce orgulloso, si la ruta es por el África negra, es imprescindible el chaleco de explorador. El caso es disfrazarse y hacer el ridículo. El turista muchas veces no sabe en qué siglo vivieron los Reyes Católicos, pero se sumerge en la guía de viaje hasta convertirse en un experto en la historia del país que visita. Se ceba en el bufé del desayuno como si no hubiera un mañana, para más tarde quejarse de que como en España no se come en ningún sitio. Nunca abandona su cámara de fotos y recorre todos los bazares o mercadillos para llevar regalitos a sus amigos y familiares creyendo que compra artesanía local, para más tarde darse cuenta de que pone ‘Made in China’.  Agotadora vida la del turista. 

Publicado en Las Provincias el 15/08/2014

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