viernes, 22 de agosto de 2014

SALIRSE DEL REBAÑO


Dos años y tres meses después vuelvo a recalar en el pequeño aeropuerto italiano en el que aterricé la primera vez por error. Entonces quise conocer Sicilia, pero terminé recorriendo los Balcanes. De Trapani a Trieste hay pocas letras de diferencia. Esta vez, de nuevo volvimos a cruzar la frontera para adentrarnos en la preciosa península de Istria. Allí nos esperaba el mismo mar cristalino, las calles empedradas, los restos románicos y los campanarios de las iglesias asomándose altivos a la bahía. Pero algo había cambiado. El ritmo cotidiano que encontramos en abril y que tanto apreciamos en la primera vista, había sido sustituido por el trasiego producido por hordas de turistas paseando sin rumbo, probando la comida autóctona, comprando imanes o haciéndose selfies. Echamos de menos ese discurrir al ralentí que nos deslumbró en 2012.

Intentamos alejarnos de la romería estival y apearnos en otros puntos que creímos menos populares. Pensamos que en un país bañado por casi 5.000 kilómetros de costa, contando sus 1.185 islas, los veraneantes elegirían las delicias del Adriático frente a las escarpadas montañas interiores. Error. La estampa del parque natural al que accedimos después de casi una hora de cola se asemejaba a cualquier imagen que hayan visto del Festival de Woodstock. Supusimos que ya no encontraríamos la tranquilidad anhelada durante el resto del viaje, pero nos equivocamos. Aunque escasas, todavía hoy existen carreteras secundarias, lugares que escapan a las guías de viajes y rincones solo conocidos por los locales. A pesar de este último golpe de suerte, no me cansaré de repetirlo. Hay que viajar fuera de temporada. Te arriesgas a sufrir ciertas limitaciones e incomodidades, pero a cambio, no te sientes como un ejemplar más del rebaño.
Publicado en Las Provincias el 22/08/2014

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