viernes, 8 de febrero de 2013

REDESCUBRIENDO A BLASCO IBÁÑEZ


Había pasado por delante de esa fachada jalonada de pilares jónicos cientos de veces, pero por unas cosas o por otras, nunca había atravesado el umbral. Hace un par de domingos me acerqué por fin a la Casa Museo de Blasco Ibáñez y mientras hacía el recorrido por la vida y obra de este valenciano universal, comencé a escarbar en mi memoria buscando los libros que había leído de él. Después de un buen rato, me di cuenta, avergonzada, de que no había leído nada suyo. Si alguien que disfruta desde siempre con la lectura no ha leído a Blasco, no quiero imaginar lo que sabrán del escritor el resto de valencianos que no practican esta costumbre.  “Disculpe joven. ¿Sabría decirme quien es Blasco Ibañéz?” “Claro. Es una avenida en la que hay varias discotecas”. Conversación ficticia pero verosímil.

Me remonté a mis años escolares para tratar de averiguar el porqué de ese vacío y tampoco encontré nada que lo justificara. De hecho no había ningún recuerdo en torno a él, ninguna actividad fuera de lo común que intentara mostrarnos la importancia de este señor. Me asaltó una duda, ¿por qué en el colegio nos llevaron a una fábrica de yogures y nunca fuimos a la Casa de Blasco Ibáñez?  Algo fallaba ya en el sistema educativo de entonces.  El autor de “Arroz y Tartana”, además del escritor europeo más leído de su época, fue reconocido por Hollywood que llevó a la gran pantalla siete de sus novelas. Creo que con este dato hubiera sido suficiente para que a un chaval le picara la curiosidad. Ya he empezado a leer  “La Barraca”. Por si alguien se atreve a tacharle de anacrónico, en la contraportada dice que “Blasco ofrece una radiografía  de la sociedad rural valenciana de finales del siglo XIX, del abuso de poder y de la corrupción política”.  ¿Les suena? 

Publicado en Las Provincias el 08/02/2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario