lunes, 27 de febrero de 2012

SOLTAR AMARRAS

Uno de los hándicap de llegar a cierta edad sin pareja es que cuando por fin encuentras a alguien interesante, él o ella suele venir cargado con un pesado lastre del que es difícil desembarazarse. Si se tiene la inmensa suerte de conocer a una persona que te haga volar y que además sobrepase los 35 sin hijos a su cargo, ni un perro que te de la lata o una gata que te odie, no hay que cantar victoria. Porque detrás de todo hombre sin cargas aparentes se suele esconder una ex despechada, un trauma mal curado con nombre de mujer o una herida abierta que sigue escociendo. Las ex mujeres, los ex novios y amantes del pasado, o los antiguos amores platónicos sobrevuelan en la propia conciencia como buitres carroñeros al acecho de un despojo de ilusión renovada. 
Las ex parejas son como la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas y que en el momento más inoportuno, harán una llamada o mandarán un mensaje pidiendo auxilio y conseguirán degollar ese universo perfecto que habías forjado. Ante tal situación, las mujeres solemos despotricar contra la malvada bruja y albergar un odio infinito hacia ella, sin fijarnos en el comportamiento de la persona amada.   “Pobre Luis, ahora que lo empezaba a superar, ella vuelve a enredarle con sus historias”. Es a lo que la mayoría de mujeres se aferra sin darse cuenta que el pobrecito Luis es el que decide cómo vivir su vida. Nos convencemos de que son ellas, las ex, esas gruesas amarras que impiden al barco zarpar y descubrir nuevos mundos, pero son ellos los que se anclan a un pasado en estado terminal.  Reconozco que soltar amarras no es tarea fácil. A veces hay que deja que  pase el tiempo y las maromas se deshagan por ellas mismas. 

Publicado en Las Provincias el 24/02/2012

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