lunes, 28 de noviembre de 2011

EL SONIDO DEL SILENCIO

 
 
Aunque parezca imposible, en el litoral de la Comunidad Valenciana aún quedan paraísos. Pocos, escondidos y permanentemente amenazados por el urbanismo feroz, pero todavía existen algunos de esos rincones en los que poder disfrutar de playas semi salvajes o descubrir caminos entre pinares sin toparte con un edificio de apartamentos. En uno de esos reductos, perfecta ecuación entre mar, monte y sol, he escuchado estos días el sonido del silencio. Una sensación tan extraña que mientras era consciente de aquella ausencia total y absoluta de ruido, fui incapaz de conciliar el sueño. Un silencio tan brutal que me resultó inquietante.
 
A los que vivimos en la ciudad, nos es prácticamente imposible paladear por un instante tan siquiera un silencio parcial. El ruido del tráfico, la tele del vecino, el teléfono móvil, los gritos de los niños. Siempre hay algo que lo resquebraja. No importa que las ventanas de tu casa tengan triple aislamiento térmico elaborado con los materiales más sofisticados de la NASA, lo máximo a lo que uno puede llegar en la ciudad es a percatarse del silencio ruidoso que le envuelve. Escuchar el sonido del silencio durante este puente me ha parecido un lujo comparable a muy pocas cosas. Me pregunto si volveré a revivir esa sensación cuando empiecen a construir el campo de golf y las 2.000 viviendas que están previstas y que van a acabar rodeando mi particular edén. Seguramente no, y el único sonido del silencio que escucharé es el de la canción de Simon & Garfunkel. Por si acaso, los extranjeros que vivían allí todo el año han empezado a huir a otros países donde aún se respete la paz. 
 
Publicado el 4/11/2011 en Las Provincias

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