lunes, 28 de noviembre de 2011

EL PADRE DE MIS HIJOS

Mi amiga Raquel, la única que faltaba de mi grupo de cinco amigas en tener descendencia, además de servidora, me acaba de anunciar que está embarazada. Después de los gritos de alegría, los abrazos y las preguntas pertinentes, es imposible que no planee sobre mí el eterno temor que cualquier treintañera soltera tendría en mi misma situación. «¿Y si no encuentro al príncipe azul? ¿Y si quiero ser madre algún día pero no llega esa persona con la que compartirlo?» le pregunto angustiada. Ella, muy práctica, me contesta «¿No tienes el típico amigo soltero con el que has pactado que si llegáis a una edad y seguís sin pareja, tendréis un niño juntos?». Su novio, a su lado, nos mira alucinado. «¿Pero eso lo habláis las chicas?» pregunta perplejo. «Claro que sí», responde mi amiga con naturalidad. 
 
 
 
Y es completamente cierto. La mayoría de las mujeres, en algún momento de nuestras vidas en las que atravesábamos el dulce pasadizo de la soltería, nos hemos planteado esta cuestión. Habitualmente siempre había un amigo en similares circunstancias que accedía a ofrecernos su parte del trato. Hoy en día, ese amigo de toda la vida que se mostraba solicito a la bizarra petición, se ha convertido en el amigo gay al que las cosas le suelen ir mal en el terreno sentimental pero que quiere ser padre por encima de todo. Sondeo a mis amigas sobre este asunto y todas me lo confirman. Yo misma me acuerdo de un par de amigos y algún ex con los que mantuve esta conversación. Sus novias probablemente me odiarían si lo supieran. Pero he de confesar que ahora las veo luchando cuerpo a cuerpo con sus bebés para que se coman la papilla y me siento aliviada de no ser yo la responsable. 
 
Publicado en Las Provincias el 11/11/11

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