domingo, 10 de julio de 2011

DESPEDIDA PATÉTICA

Cada vez que coincido con un grupo de chicas ataviadas con signos fálicos o disfrazadas de conejitas, me reafirmo en la decisión de no casarme jamás. Aunque sólo sea por el hecho de que alguna amiga decida organizarme algo similar a una despedida de soltera. Este tipo de celebraciones deberían estar prohibidas por ley, y más cuando la novia y sus amiguitas rozan los 40. Hace dos fines de semana me vi obligada a asistir a la despedida de una prima lejana a la que veo una vez al año. Ella y sus amigas tienen hijos pequeños, por los que sus salidas nocturnas se limitan a las cenas navideñas de empresa y al día de su aniversario, si es que consiguen dejar al retoño con su suegra.
Llegamos al apartamento y el comité organizador nos leyó las normas a las que debíamos someternos durante el fin de semana. «Lo que pase en la despedida, se queda en la despedida. No se puede contar nada a nadie y menos a nuestras parejas. Está prohibido hablar de los hijos. La que se vaya a casa esta noche antes de las 7 de la mañana deberá pagar una multa de 100 euros». Por si fuera poco, nos hicieron firmar un papel que recogía la declaración de intenciones. Lo primero que me imaginé que ocurriría esa noche fue adulterio colectivo y orgías en el apartamento. Pero la realidad es mucho más vulgar que mi mente retorcida. Mi prima y sus amigas se pasaron toda la cena hablando de las peculiaridades de las heces de sus bebés, todas llamaron a sus parejas para decirles que les echaban de menos, y para rematar, cogieron tal pedal en la cena que a las 3 de la mañana ninguna podía articular palabra. Media hora más tarde estábamos todas durmiendo. La multa, por supuesto, no la pagó nadie. Patético.

Publicado en Las Provincias el 1-07-2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario