domingo, 10 de julio de 2011

PRÍNCIPES DIGITALES CONVERTIDOS EN SAPOS

Me encuentro a mi amiga Sara y enseguida detecto por su expresión que tiene algo que contarme. Tiene ojeras, fruto del cansancio que imprimen varias noches durmiendo lo imprescindible, pero en sus ojos asoma ese brillo especial y esa sonrisa perenne que iluminan el rosto de una persona que se encuentra bajo los efectos del enamoramiento transitorio. Mientras confirma mis sospechas, pienso para mis adentros que menuda faena, pues ambas detentábamos el discutible honor de ser las últimas solteras del grupo. Sara me cuenta que ha conocido al susodicho a través de Internet. «Seguro que es un cerdo o un psicópata», pienso sin decírselo.

Un tío empezó a seguirla en Twitter y ella hizo lo mismo. Al cabo de unos días se hicieron amigos en Facebook y estuvieron chateando y mandándose mensajes por el móvil hasta que llegó el momento de la verdad. Quedaron a tomar una cerveza y según su relato, pasó eso que sólo pasa en las películas: mariposas revoloteando y fuegos artificiales alrededor. «Ojalá les dure, pero sospecho que les quedan cuatro telediarios» me digo sin querer romper la magia del cuento. Nos despedimos y me quedé pensando en lo colgada que hay que estar para quedar con un tío que has conocido a través de Internet. Varios días después, abrí el ordenador y un chico que decía ser amigo de un amigo me pedía solicitud de amistad en Facebook. Por supuesto cotilleé sus fotos y su muro y me pareció un tipo interesante. Dudé antes de aceptarlo, pero luego pensé «¿qué puedo perder?». Los romances 2.0 son lo último, y si sale mal, siempre puedo volver a quedar con Sara, que me ha llamado llorando porque su príncipe azul hace días que se ha transformado en un vulgar sapo.
Publicado el 17-6-2011 en Las Provincias

No hay comentarios:

Publicar un comentario