martes, 24 de mayo de 2016

MI GENERACIÓN




Adultescentes. De acuerdo que la palabra es espantosa, pero cumple su función. Describir a una generación nacida entre 1971 y 1980 que vive a medio camino entre las responsabilidades de un adulto y la actitud de un veinteañero. Nos criamos pensando que nos íbamos a comer el mundo, con nuestras carreras, nuestros idiomas y nuestros máster, pero acabamos siendo mileuristas. Por lo menos hemos desterrado el traje y las corbatas del mercado laboral. Trabajamos en vaqueros y zapatillas sin que ello reste nada de nuestra valía. Todavía nos casamos, aunque a veces el matrimonio dure tres meses. Muchos andan angustiados con la hipoteca, pero cada vez es más habitual elegir la libertad que te otorga un alquiler.
Somos padres, pero continuamos emborrachándonos de vez en cuando. Ahora volvemos antes a casa, temerosos de una resaca que ahora dura días y nos obliga a seguir diciendo aquello de “Es la última vez que bebo”. Los conciertos han sustituido a las discotecas. Viajamos por el mundo sin reservas. Nos gusta dormir en hoteles bonitos, pero también irnos de camping, compartir habitación en un albergue u ocupar el sofá de algún desconocido. Todavía vamos al cine y leemos en papel aunque sabemos bajarnos películas y nos gusta la comodidad del libro electrónico. Tenemos claras nuestras ideas pero no nuestro voto, que suele cambiar cada vez que hay elecciones. Llevamos tatuajes y piercings y aún jugamos a videojuegos. A veces sentimos que nos hemos quedado entre dos aguas. Entre nuestros hermanos mayores, con una vida más convencional, más seria, más sosa y esos que hoy se denominan millenials, jóvenes de 20 a 34 años que prefieren compartir a poseer. Tenemos menos pelo y más barriga, pero seguimos sin dejar que la sombra de Peter Pan desaparezca del todo.  
Publicado en Las Provincias el 13/05/2016

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