Las
mujeres de mi generación creemos que hemos alcanzado la liberación sexual
porque vamos a reuniones tupper sex, porque hablamos de nuestras intimidades de
alcoba sin tapujos y porque alguna hasta le ha montado un numerito a su marido
después de leer 50 Sombras de Grey, ese bodrio seudoliterario que no era más
que una absurda historia de amor camuflada de lo de siempre, el galán que
seduce a la inocente muchacha, pero adobado con unos azotes y un poco de cuero
negro. Hasta que te das cuenta de que en el fondo seguimos teniendo el mismo
pensamiento puritano que nuestras abuelas. Una buena amiga y yo hicimos
hace poco una escapada de fin de semana a una ciudad andaluza. Tomando una copa
en uno de los garitos de moda, comenzamos a hablar con un matrimonio madrileño
de mediana edad cuyo aspecto no denotaba ninguna desviación de lo que se
considera aceptablemente correcto.
Tras
un buen rato compartiendo risas e impresiones acerca de la ciudad, nos contaron
que llevaban 27 años juntos. Les preguntamos por el secreto de su éxito como
pareja. Tras el segundo gin tonic, nos lo contaron. Tal y como de niños,
nosotros intercambiábamos cromos o canicas, ellos preferían participar en
encuentros en los que intercambiaban a sus respectivos con otras parejas.
Poniendo nuestro mejor semblante de liberales y modernas, y desplegando la
curiosidad periodística que ambas llevamos en la sangre, les acribillamos a
preguntas. Nos hablaron de sus inicios, de las reglas del juego y de los
sentimientos que experimentan. Tanto interés pusimos que al despedirnos
insistieron en que les acompañásemos a su hotel. Declinamos su oferta de forma educada
y nos largamos al nuestro muertas de risa y reafirmándonos en esa sabia
expresión, mejor cada oveja con su pareja.
Publicado en Las Provincias el 21/02/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario