viernes, 15 de noviembre de 2013

CONTACTO CON TACTO

En la vida hay veces que te topas con situaciones humillantes y vergonzosas a las que  no hay más remedio que hacer frente. Para preservar su intimidad, la llamaré Azucena. Mi amiga sufre ese trastorno tan habitual padecido por muchas mujeres, que consiste en que el tránsito intestinal no funciona con la regularidad óptima. Después de 9 días con parada técnica, se fue a Urgencias. Tras la espera de rigor, las enfermeras la hicieron pasar al especialista. No era la primera vez que acudía al hospital a causa de esta afección, por lo que ya sabía las palabras exactas a las que debía recurrir para tratar el asunto con la mayor delicadeza. Al entrar el médico en la consulta, mi amiga casi se cae de la silla. Lo que tenía ante sí no era el abuelo sesentón con rictus serio que esperaba que la examinase, lo que atravesó la puerta era en sus propias palabras “el doctor más impresionantemente guapo, joven y encantador que existe en la sanidad pública y privada. Y además, argentino”.


Una vez superada la vergüenza inicial causada por el deslumbramiento del adonis, Azucena le explicó su problema. El doctor le formuló las preguntas pertinentes con ese acento porteño que tanto gusta a las mujeres y tras hacerle placas y ver los resultados, le anunció esas dos palabras que nunca deberían ir juntas en una misma frase y menos dichas por boca de un atractivo médico de 30 años con los ojos verdes más bonitos de Hispanoamérica: tacto rectal.  Mi amiga después de ponerse de todos colores de la gama cromática de Pantone, obedeció sumisa al requerimiento. Al abandonar el hospital con su dignidad por el subsuelo, les echó una mirada de odio infinito a las enfermeras de triage que, con tan poco tacto, habían sido partícipes del escarnio al dejarle en manos del apuesto 

Publicado en Las Provincias el 15/11/2013


doctor. 

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