viernes, 6 de septiembre de 2013

SEPTIEMBRE

Septiembre es mi mes preferido.  Tras el ajetreo del verano, asoma septiembre para anunciar, tímido los primeros días y descarado los últimos, que al otoño le queda muy poco para instalarse entre nosotros. Septiembre huele a libros de textos nuevos y a goma de borrar recién estrenada, a los nervios del primer día en el aula y a la emoción infantil de reencontrarte con los compañeros. Septiembre hay que pasarlo cerca del mar, porque es cuando más bonito luce. Algún elemento imperceptible de la naturaleza varía y lo dota de un color plúmbeo y nostálgico, de un aroma y de una fuerza que no tiene el resto de meses. Mientras algunos maldicen septiembre por lo que supone de regreso a la rutina y a la cruda realidad, a mí me parece que septiembre es como un domingo. Puede parecer el día más aburrido de la semana o convertirse en el mejor, con sus apacibles paseos, su lectura de prensa sin prisas, su cine en versión original y su cena improvisada. Para mí el año empieza en septiembre, no en enero.


Mientras los días se acortan y las noches se estiran, puedo volver a soltar a mi perro por la playa, a envolverme entre las sábanas mientras el viento se cuela en mi dormitorio y de nuevo, puedo poner en marcha todos esos planes que se me quedaron en el tintero y que probablemente seguiré sin llevar a cabo el septiembre próximo. Imagino que no pensará lo mismo de este mes el estudiante al que le hayan denegado la beca para la Universidad, los padres que no puedan pagar el material escolar de sus hijos o el señor que siga de vacaciones forzadas. Para ellos, septiembre es solo una continuación del infierno que les acompaña desde hace varios otoños. Qué pena que también con septiembre vuelvan los políticos a la vida pública y arruinen así el mejor mes del año. 

Publicado en Las Provincias el 6/09/2013

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