Hay
frases que dichas desde la más absoluta ingenuidad, pueden provocar un
auténtico tsunami emocional. Sobre todo si el emisor es un hombre.
Especialmente si la receptora es una mujer. El contexto, ese espacio donde todo
adquiere sentido, que ambos se encuentren en los primeros meses de relación.
No me refiero a sentencias llenas de hondo sentimiento o intensa
solemnidad del tipo “te amaré hasta la muerte” o “nunca podría vivir sin ti”,
no, hablo de expresiones corrientes y molientes tales como un inocente “luego
te llamo” o un banal “hablamos más tarde”. Tomen nota, señores. Si
después de emplear esas frases para despedirse de su chica por teléfono, usted
no vuelve a llamar en un plazo máximo que varía de tres a seis horas, puede irse
preparando para la bomba de relojería que le puede caer.
No
importa que no se tenga nada que decir. Si el hombre no encuentra la excusa
para marcar el teléfono, siempre puede echar mano de ese manido “No te llamaba
para nada en concreto. Solo me apetecía escuchar tu voz”. Lo que sea para
aplacar la desbocada imaginación de una mujer que empieza a
enamorarse. Porque en los albores de una nueva relación, ese
trastorno inicial que sufrimos la mayoría de las féminas, hace que nos tomemos
al pie de la letra todo lo que dice el otro. Y si el tío no vuelve a
llamar es porque esconde algo, está con alguna ex novia, borracho con sus
amigos o ha perdido el interés por nosotras. Los hombres seguramente nunca
hayan reparado en esta cuestión, pero después de escuchar durante horas a
varias de mis amigas desgranando y contando los pollos que les habían montado a sus parejas
tras semejantes promesas incumplidas, puedo asegurar que no es tema
baladí. Mi compañero de trabajo dice que estamos todas perturbadas. Es
posible
Publicado en Las Provincias el 05/07/2013
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