¿Cómo
pasa un hombre de llevar camisetas de los Ramones a disfrazarse de Rey Melchor?
¿Qué oscuras fuerzas deben confluir para dar ese salto claramente
involutivo? La respuesta es fácil. La paternidad. A las mujeres se
nos acusa muchas veces de convertirnos en unas pelmas cuando tenemos hijos, sin
embargo se habla poco de cómo la descendencia cambia el comportamiento del
macho. La semana pasada me acerqué a ver a mi mejor amigo. Sus profundas
ojeras y su tono de voz denotaban cansancio. Me contó que a petición de
su chica, se había pasado toda la tarde en la guardería de su hija ataviado con
peluca, barba blanca, túnica cutre y corona de plástico malo haciendo de Rey
Mago junto a otros dos padres.
Yo
no daba crédito. Mi amigo, el mismo que cuando nos conocimos hace 20 años
llevaba el pelo casi por la cintura, botas militares y aspecto siniestro que
solía provocar que las ancianitas cambiasen de acera, hoy convertido en un
vulgar Melchor... Pero el origen de su estado no se debía solo al largo viaje
que había hecho desde Oriente. Al parecer la noche anterior había salido a
tomar algo, la cosa se animó y terminó volviendo a casa a las seis de la
mañana. Pensó que tendría todo el día para recuperarse, pero entre unas cosas y
otras, sólo pudo dormir una hora. Una vez ya con el disfraz puesto, su mujer le
acusaba, entre divertida y un pelín cabreada, de oler todavía a alcohol.
“Menudo ejemplo, un Rey Mago borracho”. Mi amigo pasó el trago con dignidad y
repartió los regalos a los niños completamente ajenos a la infernal resaca que
atravesaba su Majestad. Gaspar y Baltasar parece que se percataron, pero fueron
solidarios y no dijeron nada. Ay, la paternidad. Menos mal que no puede
cambiarlo todo.
Publicado en Las Provincias el 04/01/2013
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