Buscaba
información para un trabajo, cuando le consulté a mi compañera de piso que le
parecía que incluyera alguna ilustración de una conocida artista valenciana. Al
escuchar su nombre, cambió el rictus y me contestó categórica: “La odiamos”. Le
pregunté con curiosidad el motivo de esa animadversión en plural. ”Es una maltratadora
de hombres y nos los deja a todos para el desguace. Hombre que pasa por sus manos, hombre que acaba de psiquiátrico.
Menos mal que se mudó a Madrid hace unos meses, que si no sería el 90% de los
tíos solteros de esta ciudad”. Al parecer varias de sus amigas habían tenido
que recoger los despojos de algunos de estos individuos que habían perdido la
cabeza por esta Mata Hari autóctona, y claro, la solidaridad femenina hace que
aunque no hayas cruzado una palabra con ella en tu vida, también le profeses
profunda antipatía.
En el 90% de las
pandillas formadas por mujeres, siempre existe una hostilidad común hacia algún
ejemplar de nuestro género, que se suele caracterizar por un físico
despampanante, una simpatía desbordante, una cuenta corriente desahogada y el
resultado natural de esta suma, que no es otro que un éxito desmedido con los
hombres. Si además alguna de nuestras respectivas parejas, o incluso ex
parejas, tuvo el más mínimo roce con ella en el pasado, la guerra está
declarada. La realidad es que en cuanto indagas un poco en la vida de estas
seductoras profesionales, te das cuenta de que la amenaza no es tal y sus vidas
son tan ordinarias como la del resto de los mortales. ¿Por qué entonces ese
odio visceral? Evidentemente, por lo divertido que es despellejarlas en
una conversación nocturna entre Gin tonic y Gin tonic.
Publicado en Las Provincias el 18/01/2012
Escribes muy bien paisana,
ResponderEliminarbuen fin de semana.
un saludo.
¡¡Gracias Ricardo!!
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