Yo
también fui parte de un ERE hace algunos años. No nos pagaron los últimos tres
meses, en ese tiempo el responsable de la empresa nunca tuvo el decoro ni los
huevos de explicarnos que estaba pasando. Una vez, hartos de no saber, un grupo
de veinte trabajadores le abordamos en la entrada para preguntarle, con la
educación de la que él carecía, cuál era la situación. Nos dio una excusa y se
largó en su cochazo. Más tarde, su secretaria nos reunió para echarnos la
bronca por nuestro comportamiento y decirnos en pocas palabras que le habíamos
acosado. Hay que tener cara. Al poco, trincó la pasta con la que podían
habernos pagado la deuda y se marchó. Hoy creo que ocupa un alto cargo en una
televisión autonómica de Castilla y León.
Ni
las empresas ni los empresarios se han distinguido nunca por su sensibilidad o
cuidado hacia sus trabajadores. Me refiero sobre todo a las compañías
grandes. A medida que aumenta el tamaño de la empresa, disminuye la
importancia del empleado. Si la institución es además pública, olvídese
de que alguien afronte los marrones. A los trabajadores de Radio 9 afectados
por un eterno ERE les han comunicado sus despidos esta semana a través de un
goteo de mails que fueron recibiendo en un intervalo
de cinco horas. La madre de una gran amiga, después de estar 30 años al
frente de una oficina de uno de los Bancos valencianos que han hundido sus
directivos, recibió también un mail diez minutos antes de acabar su jornada
laboral comunicándole que no volviera el lunes. La tecnología sustituye el
trato humano, intenta disimular la cobardía y esconder la responsabilidad de
esa gentuza de guante blanco que ha demostrado ser aún más inhumana que
cualquier máquina.
Publicado en Las Provincias el 21/12/2012
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