viernes, 6 de julio de 2012

CANTANTE, CANALLA Y MUJERIEGO


Cuando una llega a una edad, ya no aguanta de los hombres ciertas cosas que quizá la ingenuidad e inexperiencia del pasado hicieron que pasásemos por alto. Sin embargo, quien me iba a decir, que a mis 31 años, le esperaría de pie durante hora y cuarto a que estuviese listo,  que aguantaría durante cuatro horas sin ir al baño, que sufriría paciente casi 20 minutos de cola para beberme una cerveza en un mísero vaso de plástico y resistiría estoica el efluvio de los cuerpos sudados de cuantos me rodeaban. Eso solo se hace por alguien al que profesas una pasión incondicional. El caballero por el que me dejé maltratar así se llama Joaquín Sabina, de profesión cantante, canalla oficial y mujeriego confeso.



El pasado martes volví a primera fila para escuchar los versos de este hombre cuyas canciones me atraparon hace ya mucho tiempo. Fue mi sexto concierto, y como siempre, a mi lado estuvo otra fan absoluta, mi madre. Las dos, como buenas groupies, volvimos a darlo todo. En esta ocasión le acompañaba su primo Joan Manuel Serrat, en un espectáculo de tres horas de duración que les sitúa en el podio de los sesentones con más marcha del panorama musical español. La química de ambos en el escenario supera al mejor dúo artístico que se imaginen,  las espectaculares animaciones de las gigantescas pantallas traseras y el excelente repertorio seleccionado bien valieron los 43 eurazos de la entrada. Lloré con “Mediterráneo”, salté con “La del pirata cojo” y me  estremecí con la letra de “Y sin embargo”.  Al día siguiente, el sueño que me robaron estos dos pajarracos se batía en duelo con mi dolor de cuello y mi afonía. Es el precio que pagamos los fans a cambio de una noche mágica.


Publicado en Las Provincias el 06/07/2012

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