viernes, 1 de junio de 2012

¡QUE LLEGA EL DEL AGUA!


“Son las 11:30”.  Seguro que recordarán, especialmente si pertenecen al género femenino, la frase de ese anuncio de los 90, en el que unas mujeres se avisaban en la oficina de que era la hora y se agolpaban hacia la ventana para deleitarse con la imagen de un fornido y sudoroso albañil que se despojaba de su camiseta mientras saboreaba un refresco. En mi oficina también tenemos uno de esos momentos “once y media”, pero el protagonista, en lugar de dedicarse a la construcción, es el reponedor de los bidones de agua. “¡Que llega el del agua!”, Isabel de Administración es la que alerta a través del Messenger al resto de  chicas y a algún chico que también se revuelve con la presencia de semejante monumento.

A los pocos minutos, hace su aparición ese magnífico ejemplar de la naturaleza. Cuerpo bronceado, brazos esculturales y tatuados hasta el extremo que asoman por una camisa sin mangas. Si Miguel Ángel viviera en la actualidad, lo habría elegido a él como modelo y, en lugar de David, su obra se hubiera llamado Jonathan o Maikel (con k). Nuestro adonis atraviesa raudo el despacho sosteniendo dos garrafas de 20 litros que deposita en el suelo mientras mis compañeras y yo no le quitamos ojo e imaginamos que en lugar del líquido elemento, es a nosotras a quien sostiene entre sus brazos.  Una vez se marcha, comentamos la jugada. En su última visita, otro de mis compañeros nos preguntaba incrédulo si de verdad nos gustaba ese tipo de macho ibérico.  Hombre, nunca no se lo presentaría a mis padres y desde luego no lo querría como padre de mis hijos, pero para echarse unas risas y sacar a relucir por un momento los instintos primarios, no está nada mal.


Publicado en Las Provincias el 01/06/2012

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