domingo, 24 de junio de 2012

EL NUEVO SEXO DÉBIL


Los novios de mis amigas están deprimidos. Al menos es lo que ellas me cuentan. Esa nube negra parece haber invadido a todos aquellos que llevan una temporada sin trabajar, que no son pocos. Comparten similar perfil: estudios universitarios, amplia experiencia en sus respectivas profesiones y hasta hace dos días, muchas ganas de comerse el mundo. Hace un año volvían a casa cansados, maldiciendo la ineptitud de sus jefes y contando batallitas del trabajo, pero sintiéndose útiles y reconocidos. Hoy apenas quieren salir, no les apetece ver a sus amigos, tampoco tienen ganas de hacer nada con sus chicas porque no pueden permitírselo y se van sumiendo cada vez más hondo en el abismo de la frustración.  Ellas todavía mantienen sus puestos de trabajo y son sus sueldos los que consiguen mantener económicamente a flote a la pareja. Lo que ellas no saben es cuánto tiempo resistirán el mal humor, las miradas lacónicas y la inercia que va contaminando su día a día.

Observo en mi entorno una diferencia abismal entre la actitud de hombres y mujeres a la hora de enfrentarse a esa losa llamada paro. Puede que el sufrimiento y la invisibilidad padecidos por las mujeres a lo largo de la historia hayan conseguido forjarnos otro carácter frente a las adversidades. A las amigas que tengo sin curro, la desesperación también les asoma de cuando en cuando, pero noto cómo llevan con otra actitud ese vacío laboral. Frente a aquella maldición de “Parirás con dolor” que hemos asumido desde siempre, ellos no han conseguido desembarazarse de esa otra de “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, y ahora que no hay sudor, ni tampoco pan, se ven completamente perdidos. Nos toca al sexo débil tomar el mando. 

Publicado en Las Provincias el 22/06/2012

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