viernes, 4 de mayo de 2012

VALENTÍA EN TIEMPOS DE CRISIS


La valentía ha adoptado a través de la historia de la humanidad distintas y numerosas formas de mostrarse.  Unos se ofrecían como voluntarios para luchar en primera línea de batalla, otros se embarcaban y surcaban los mares durante años hasta dar con nuevos mundos, algunos se adentraron por espesas junglas y desiertos desconocidos con el fin de llegar hasta donde nadie lo había hecho antes y durante siglos, los más osados, se batieron en duelo para defender su honor.  Hoy el valor ha ido modificando su significado hasta convertirse en un término raro.

El viernes pasado acompañé a una amiga a la inauguración de la tienda que abría su tía. Es un pequeño negocio de venta de lanas y tejidos, decorado con gusto exquisito, en el que además organizan talleres para aprender a tejer. Una tienda de barrio en la que su dueña, después de haber perdido su trabajo tras pasar por ese trance tan familiar llamado ERE, ha puesto todo su empeño e ilusión para que salga adelante. Después de hablar con ella, pensé que era una valiente. Y valientes me parecen también aquellos que en lugar de quedarse en casa esperando a que se les agote la prestación por desempleo, invierten el dinero de su indemnización en proyectos como este, que son, por cierto, los que hacen que la rueda siga girando.  En eso se ha convertido el valor, en tener agallas para hacerte autónomo, abrir una papelería o un barecito y no esperar a que un Estado paternalista te saque las castañas del fuego. Nos educaron para ser cobardes, es decir, para no arriesgar ni emprender, y sin embargo son ellos, esos valientes anónimos, los únicos que conseguirán sacarnos del hoyo y crear la riqueza que ahora tanto añoramos. 





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