viernes, 9 de marzo de 2012

VIEJOS VERDES

El domingo pasado disfrutaba de mi pasatiempo favorito, esto es, desayunar en una terraza  al sol en buena compañía leyendo varios periódicos,  cuando no puede evitar escuchar la conversación que mantenían los señores de al lado.  En mi defensa diré que no puse la antena, sino que el volumen de la voz e uno de ellos hacía que no solo yo, sino que las cinco o seis mesas a diez metros a la redonda también fueran partícipes de la conversación. Los tres superaban los 60 años.  Mi radar se puso en funcionamiento cuando escuché la frase “El 80% de las amigas de mi hija…”, no oí el final, pero a continuación el hombre soltó “Ya están en edad de merecer, tienen 25 o 26 años, son chiquillas pero tienen  todas unos cuerpecillos”, no hace falta resaltar el tono de concupiscencia que acompañaba a la afirmación.  ¿Merecer el qué?  Me preguntaba mientras aguantaba las ganas de vomitar.

El coloquio, o más bien monólogo, porque no escuché ninguna otra voz que rebatiera al viejo verde siguió así. “Y yo me pregunto, ¿No pueden hacer las minifaldas dos o tres dedos más largas? Cuando mi hija Ana me dice, papá, ¿qué te parece esta falda? Le digo, pues no me gusta nada. A mí me gusta verla en sus amigas y en las demás, pero no en mi hija”.  Anonadada ante tal derroche de machismo, no pude evitar girarme para verle la cara al patán y mi sorpresa aumentó al verle acompañado por una señora a la que supuse su santa esposa. Calladita, mirando hacia otro lado, como mandan los cánones del perfecto imbécil que era su marido. Creo que lo que más me enervó no fue la dosis de calentura y doble moral de que presumía el hombre, sino el resignado silencio y la humillación de su mujer.  


Publicado en Las Provincias el 09/03/2012

2 comentarios:

  1. que bueno, pero hay tantos cerdos, y algunos de ellos, no somos capaces de verlos.

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  2. si no te importa voy a usar tu foto en mi blog, pero pongo de donde procede.

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