lunes, 29 de agosto de 2011

LAS BONDADES DEL VERANO

El verano está sobrevalorado. Igual que la Navidad, esta estación la inventó alguien que no tenía hijos y que además vivía en Laponia, lugar que no tiene que soportar temperaturas por encima de los 30 grados a la sombra. El verano, ese paraíso para niños y adolescentes empollones, espara el resto de los mortales una odisea solo maquillada por la anestesia de las vacaciones. Pregúntenles si no a los padres cómo se las van a ingeniar para ocuparse de sus angelitos durante los tres meses que dura la estación. 
 
 
 
Intente coger el coche un domingo e ir a la playa. Las 5 millones de personas que viven en la Comunidad tendrán la misma idea que usted y el camino que normalmente cuesta 20 minutos se alargará durante una hora. Maldecirá no haber utilizado el transporte público cuando empiece a dar vueltas. Aparcará a algo más de un kilómetro de la playa, previo pago de la tarifa 'gorrilla', y bajo la agradable brisa de poniente que le hará rememorar su último viaje a África. ¿No quería experiencias exóticas? Por fin llegará a su objetivo, se abrirá hueco y conseguirá dejar su toalla a 50 centímetros de los vecinos, una ruidosa familia multitudinaria que, ante la ola de robos que se producen en esta época del año, ha decidido traer consigo todo lo que contiene su casa. La playa se asemeja estos días al desembarco de Normandía, pero en dominguero. Cuando ya no pueda soportar más el estribillo del último disco de Camela, irá a tomar un helado al bar más cercano. Entrará y el aire acondicionado le transportará hasta el Polo Norte. Decidirá volver a su casa, junto a su dolor de cabeza y su insolación. Entonces, empezará a contar los días que quedan para que llegue septiembre. 
 
Publicado en Las Provincias el 22/07/2011

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