lunes, 29 de agosto de 2011

DESCUBRIENDO A BOB MARLEY

Desafiando a un sol implacable, cientos de jóvenes bailan en una concurrida playa que por unos días ve cambiar su habitual clientela. Pieles de todos los colores y acentos de todos los rincones del mundo sustituyen a la especie autóctona dominguera que estos días desaparece de Benicassim. En su lugar, rastas kilométricas, banderas jamaicanas, hierbas aromáticas y un solo Dios al que adorar, Bob Marley. Y yo, que siempre he detestado el reggae, me encuentro allí, en el Rototom, uno de los mayores festivales que existen de este tipo de música. El culpable, un amigo periodista que tiene alma de león y corazón de caballero andante, con el que comparto pasión por la gastronomía e idéntica visión romántica del periodismo y del amor impaciente. 

Nos conocimos en una boda. Cuando me preguntó qué tipo de música me gustaba, sin saber que era el director y presentador de un programa de reggae en Radio 3, le contesté que mis gustos musicales eran eclécticos. Aunque rockera de corazón, también suelo vibrar con Camarón, Miles Davis, Johny Cash, Sabina o Love of Lesbian. «Todo menos el reggae. Es la única música con la que no puedo.» le solté. Pensó que le estaba vacilando y cuando me dijo a que se dedicaba quise que la tierra me tragara. A pesar de mi metedura de pata, nos hicimos grandes amigos. De su mano tuve la oportunidad de asistir a un festival que en principio no me seducía en absoluto y del que, sin embargo, volví encantada. El ambiente que se respiraba (y no me refiero a los efluvios cannábicos) y la firme filosofía de que la música une culturas me cautivaron. El próximo año creo que volveré. Quién lo hubiera dicho. 

Publicado en Las Provincias el 26/08/2011

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