viernes, 12 de mayo de 2017

BLADE RUNNER 2049



Hay ciertas cosas que no deberían volver. Como las hombreras y la riñonera, los colores fosforescentes, las maletas sin ruedas, los sanjacobos o las gambas con gabardina. Probablemente alguna de ellas ni siquiera debería haber existido. Vivimos en un mundo que suple la falta de ideas con las segundas partes. Muchas no tienen explicación ¿Por qué en lugar de dejarlo cuando era el momento el cantante de los Guns N’ Roses tuvo que volver con ese look de jubilada alemana con sobrepeso de vacaciones en Benidorm borrando de un plumazo sus años de sex symbol. ¿Por qué Axl Rose con esas trencitas que se puso hace unos años derribó todo mi imaginario adolescente e hizo que renegara de adulta del hombre que protagonizó mis desvelos?

Dice Sabina en una de sus letras que donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Nunca la frase cobró mayor sentido que cuando volví hace unos meses a uno de esos sitios de El Carmen en el que empezaban muchas noches épicas. Las clotxinas, emblemas del lugar, que entonces me parecían caviar, hoy estaban recalentadas, secas y sin sabor. ¿Mi percepción de antes estaba distorsionada o la cosa ha ido degenerando con el tiempo? Prefiero pensar lo segundo. No, hay cosas, relaciones y lugares que no deberían intentarlo de nuevo. También películas. No quiero ver la secuela de Blade Runner. No quiero que el careto impertérrito de Ryan Gosling me arruine el recuerdo del personaje de Rick Deckard. No quiero que las persecuciones, los tiros y los efectos especiales que le presupongo a la secuela mancillen la memoria de la que fue una de las películas de mi vida. No quiero que me hijo vea las dos películas cuando tenga edad suficiente y prefiera la segunda a la primera. Rydley (aquí como productor ejecutivo), jamás te lo perdonaré.

Publicado en Las Provincias el 12/05/2017



No hay comentarios:

Publicar un comentario