viernes, 11 de marzo de 2016

PEQUEÑAS EVASIONES

Foto: Club de las Malas Madres


Mi amigo se alegró cuando su mujer, que nunca en su vida se había calzado unas zapatillas de deporte, empezó a salir a correr una vez por semana. Todos los martes él se quedaba con los niños y ella volvía a la hora y media, visiblemente más relajada. Ambos compartían uno de esos relojes que miden el tiempo, la distancia y el ritmo de la sesión. Uno de los días que él lo utilizó vio que su esposa, en su última salida, había corrido dos kilómetros, 16 minutos en total. Se preguntó qué habría hecho la hora y cuarto restante. Desde entonces, revisaba los resultados cada vez que ella volvía de correr. Siempre lo mismo. Dos, o tres kilómetros a lo sumo, 18 o 20 minutos. Después de mes y medio, la angustia se hizo insoportable. Se la imaginaba corriendo junto a un tipo rubio de complexión atlética con el que recorría esos dos kilómetros hasta su apartamento, donde daban rienda a sus deseos durante la siguiente hora y pico. Una noche se lo preguntó sin preámbulos.

Ella le confesó que en realidad lo de correr era la excusa para dejar a los niños y desaparecer durante hora y media. El tiempo que no hacía ejercicio se lo pasaba sentada en un banco hablando por teléfono sin que nadie la molestara. No es ninguna excepción. Tengo amigas que se bajan a Mercadona a la menor ocasión solo para olvidarse de sus hijos o sacan al perro siempre que pueden a pesar de que ya haya paseado. Aunque el caso extremo nos lo confesaba hace poco otra conocida. Le tienen que operar de un bultito sin importancia y ella, a pesar del temor, está anhelando entrar en quirófano para estar tres días sin ocuparse de sus hijas. Malas madres, pensarán algunos; pequeñas evasiones necesarias, decimos nosotras cuando nos contamos los trucos que utilizamos para escapar de tanto en tanto.

Publicado en Las Provincias el 4/3/2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario